01 febrero 2021

Escándalo en el Senado (I): la carta del general Aguilera

    «En el Senado se promueven varios escándalos». Así titulaba El Siglo Futuro del 5 de julio de 1923 los graves sucesos ocurridos en la Alta Cámara. Y es que en raras ocasiones el Senado ha sido el centro del interés político a lo largo de su historia y más raro todavía que lo fuese durante casi una semana. Pero los sucesos ocurridos durante la primera semana del mes de julio de 1923 quedarían marcados para siempre en la historia de este Cuerpo Colegislador. Bien es cierto que lo que en esos días se vivió en el Senado no fue más que el fiel reflejo de lo que se venía viviendo en España desde hacía más de una década: crisis; bien política, militar o social. Los rumores de un golpe de Estado eran cada vez más insistentes.

    En el Senado se estaba tramitando durante el primer semestre del año el suplicatorio del general Berenguer. Debido a su condición de senador vitalicio, designado por R.D. de 3 de enero de 1921, el Consejo Supremo de Guerra y Marina solicitó el suplicatorio para poderlo procesar por sus responsabilidades como Alto Comisario de España en el Protectorado de Marruecos durante la derrota de Annual[1] (22 de julio de 1921) y el posterior asedio y rendición de Monte Arruit. Aquella derrota causó un profundo malestar en la sociedad y política españolas. Vendría a ahondar la crisis que ya vivía el régimen al sumarle un enfrentamiento entre sectores civiles y militares.

    En la sesión del 28 de junio de 1923, el senador don Joaquín Sánchez de Toca[2] hizo una defensa del general Berenguer y mostró su disconformidad con la concesión del suplicatorio: «me parece que es un mal precedente que no debemos consentir en esta Cámara». Argumentó los problemas constitucionales que implicaba el suplicatorio:

    «Este suplicatorio vino aquí, me parece, que el 8, el 10 o el 14 de noviembre de 1922; estaba yo presidiendo la Cámara. Dos días antes había tenido una primera noticia extraoficial, […] y el mismo día o al siguiente de tener confirmación de que eso iba a acontecer, recibí a las nueve de la noche, por venir el Oficial Mayor de esta Cámara a entregármelo, el pliego del suplicatorio. Me lo traía a mi casa por la circunstancia de faltarle un requisito esencial, de ley, aunque adjetivo. Ese suplicatorio no venía con los sellos, cautela que con mucha previsión impone nuestro régimen de suplicatorios en las dos Cámaras. Deben venir sellados a través de sus respectivas jurisdicciones, de la suprema autoridad de la respectiva jurisdicción, por Gracia y Justicia o por el Ministerio de la Guerra si es el Consejo Supremo de Guerra y Marina quien solicita el suplicatorio. Venía sin los sellos».[3]


Joaquín Sánchez de Toca y Calvo, marqués de Toca. 1909.
Luis Menéndez Pidal. Senado. 

    A pesar de su posición en contra, Sánchez de Toca solicitó al Senado que en atención a lo que pidió en la sesión del 5 de diciembre de 1922 el general Berenguer, se concediese el suplicatorio. Además, solicitaba que la votación no fuese por bolas o nominal, sino por unanimidad, a lo cual se atendió y quedó aprobado el suplicatorio.

    Hasta aquí nada podía presagiar lo que ocurriría días más tarde. A las diez de la noche del sábado 30 de junio el conde de Romanones, presidente del Senado, se encontraba en su finca de Miralcampo cuando recibió una llamada telefónica de Sánchez de Toca. Éste le informaba de una insultante y amenazadora carta que había recibido momentos antes (a las nueve de la noche) por parte del presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, el general Francisco Aguilera y Egea, y que por sus formas consideraba que debía leer ante el Senado. Debido al mal estado de la línea telefónica acordaron que no dirían nada de la carta y que ya se verían en Madrid.


Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. 
José María López Mezquita (copia de Dolores Sánchez Bravo). Senado.

    El martes 3 de julio, llegó Romanones a las diez de la mañana a la capital y acudió al domicilio de Sánchez de Toca que le dio a leer la siguiente carta:

 

El presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

30 de junio de 1923.

Excmo. Sr. D. Joaquín Sánchez de Toca.

Muy señor mío: En el Diario de Sesiones del jueves, 28 de este mes de junio, he leído su discurso, en el que falta a la verdad. En él se dice que el suplicatorio del Sr. Berenguer no se le había mandado a usted, en aquella época Presidente del Senado, con arreglo a las costumbres establecidas y por conducto del Ministro de la Guerra, empleando adjetivos muy suyos. Como esta maldad de usted va dirigida contra mi persona como presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, maldad muy en armonía con su moral deprabada [sic], he de manifestarle que la repetición de este caso u otro análogo me obligará a proceder con usted con el rigor y energía que se merecen los hombres de su calaña.

Queda a sus órdenes,

Francisco de Aguilera.

 

    El conde de Romanones quedó impresionado por la carta que acababa de leer y suplicó a Sánchez de Toca que no la leyese ante la Cámara, ya que tal era su intención. El senador conservador mantuvo su postura, puesto que consideraba que dar lectura a la carta en el Senado no era una defensa propia sino hacer valer y defender los fueros y prerrogativas del alto Cuerpo Colegislador, ya que la carta constituía un ataque y amenaza a la inviolabilidad de un senador por sus discursos en sede parlamentaria. Tras marcharse, Romanones acudió al Senado y telefoneó al Palacio Real con el fin de ponerse en contacto con el presidente del Consejo de Ministros, el marqués de Alhucemas, que en esos momentos se encontraba allí. Ante la urgencia mostrada por Romanones, don Manuel García Prieto acudió a la Alta Cámara para reunirse con él y hablaron sobre la intención de Sánchez de Toca. El ataque a la inviolabilidad de un senador por parte del presidente de un organismo del Estado, como el Consejo Supremo de Guerra y Marina, sólo tenía un camino: acudir al Tribunal Supremo. Terminada la reunión con el marqués de Alhucemas, Romanones llamó al general Aguilera por si quería acudir a la sesión de la tarde a dar explicaciones, pero lo rechazó.

    Al poco de pasar la tres de la tarde, don Joaquín Sánchez de Toca llegó al Senado y acudió directo al despacho del presidente. La noticia de que algo importante iba a suceder se respiraba en el ambiente. Varios periodistas preguntaron al senador por su intención de leer la carta, algo que él confirmó, aumentándose con esto la expectación. Dentro del despacho se encontraban reunidos los dos presidentes, el del Senado y el del Consejo de Ministros, y el senador Sánchez de Toca. En el despacho central de la presidencia aguardaban los ministros del Gobierno a la espera de saber el desenlace de la reunión, al igual que numerosos senadores, periodistas y otros políticos como el diputado don José Sánchez Guerra[4], jefe del Partido Conservador. Finalmente, salieron los tres y comunicaron lo que todos ya esperaban que sucedería: la carta se iba a leer en el Salón de Sesiones.

    Se abrió la sesión a las tres y cincuenta y cinco minutos de la tarde. Tras algunos asuntos, el conde de Romanones dio la palabra al Sr. Sánchez de Toca que se puso en pie. Pasó a relatar cómo recibió la carta la noche del sábado 30 de junio y procedió a leerla ante la Cámara allí reunida. Los rumores y protestas durante la lectura fueron numerosos, «¡qué atrocidad!» exclamaron varios senadores. Tras la lectura de la carta continuó:

    «No sé si en algún Parlamento habrá precedente de caso parecido, sobre todo procediendo de una autoridad tan eminente como la que significa presidir el Consejo Supremo de Guerra y Marina. En España, a pesar de lo accidentado de nuestra vida constitucional, precedente como este no se registra. Yo creo que, por lo que significa el principio de inviolabilidad de los discursos y opiniones en el salón de sesiones de nuestro Parlamento, como fundamentales esencias del mismo régimen, este caso está en la categoría de esos excepcionales que los romanos decían de ‘’res’’ pública, en los cuales los cónsules proveían.

    En la tarde de hoy, a mi entender, sobre esto no cabe incidencia ninguna. En todos ha de presidir la serenidad suficiente para que el acto de hoy se reduzca a recibir el documento y darle la tramitación que le corresponda».[5]

    Acto seguido el senador don José Villalba Riquelme solicitó la palabra con el fin de «defender a un ausente» en alusión al general Aguilera, pero fueron tales los rumores y las protestas que se levantaron entre los escaños y en las tribunas que el presidente hubo de llamar al orden agitando la campanilla fuertemente. Romanones denegó la palabra al general Villalba y éste lo acató sentándose de nuevo. El presidente dio por cerrado el asunto, pero entre los senadores se alzaron voces insistentes que decían: «¿Y el Gobierno?». Atendiendo a esta demanda, el marqués de Alhucemas pidió la palabra para agradecer la mesura y prudencia mostradas por el Sr. Sánchez de Toca y añadir que la Presidencia del Senado, una vez que ha tenido en su poder el documento, lo trasladará al fiscal del Tribunal Supremo para darle el correspondiente trámite. Por todo lo cual, el Gobierno a través de él lamentaba el incidente ocurrido.

    Antes de la sesión, el presidente ya se había asesorado por el Oficial Mayor del Senado, don Moisés García Muñoz, y tenía claro que había que dar cuenta de todo al fiscal del Tribunal Supremo. Por eso, durante la sesión se ausentó de la presidencia y conferenció en su despacho con los ministros de Gracia y Justicia, don Antonio López Muñoz; y de Guerra, el general Luis Aizpuru Mondéjar. La finalidad de la reunión era dar a conocer a ambos su intención de entregar la carta al fiscal del Tribunal Supremo y quería tener la deferencia de comunicárselo antes al general Aizpuru, ya que don Francisco Aguilera además de senador era militar.

    La sesión se levantó a las seis y cuarto, y Romanones pasó a su despacho para conversar con el fiscal del Tribunal Supremo, don José Lladó Vallés, al que puso al corriente de lo sucedido. A su salida, Lladó se limitaría a decir a los periodistas que «este es un caso que se estudia y se resuelve en quince minutos».

    Al día siguiente, el miércoles 4 de julio, la expectación se seguía manteniendo. Se difundió la noticia de que el general Aguilera acudiría al Senado a hablar ante la Cámara. El propio general había declarado a un periodista los motivos por los que remitió tan dura carta a su compañero senatorial y aseguraba no sentirse sorprendido por «lo dicho por el Sr. Sánchez de Toca, ni aun siquiera la forma en que se produjo el conde de Romanones, porque, al fin y al cabo, la actitud de uno y otro ha correspondido a la que con anterioridad venían adoptando ante la actuación del Tribunal que presido. Como presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina he sido atacado, y he podido y he debido defenderme. Si el Sr. Sánchez de Toca es senador, también lo soy yo, y no podrá decirse en ningún momento que yo, por hallarme colocado en plano distinto a dicho parlamentario, trate de mermar las prerrogativas de éste».[6]

    A las tres de la tarde el Senado ya experimentaba una gran animación. El conde de Romanones confirmó a los periodistas allí reunidos que, a petición hecha por el general Aguilera, éste hablaría ante la Cámara esa tarde. En seguida se reunió en su despacho con el presidente del Consejo de Ministros y el capitán general de Madrid, don Diego Muñoz Cobos. ¿De qué hablaron? Seguramente de la preocupación que tenía el Gobierno por las noticias que le habían llegado de la inminente manifestación de oficiales del Ejército que se estaba proyectando ante el domicilio del general Aguilera con el fin de exteriorizar su simpatía y apoyo por su actitud. Según se comentaba, la intención era ir de paisano al Café de la Bolsa y desde allí destacar comisiones que se acercasen hasta su domicilio en la calle Juan de Mena, 3.

    El conde de Romanones tuvo que ausentarse de esta reunión para dar comienzo a la sesión a las tres y cincuenta y cinco minutos. Pasadas las cuatro de la tarde llegó al Senado el general Aguilera y uno de los secretarios de la Mesa le informó de que el presidente quería hablar con él. Esperó mientras en el despacho junto con el marqués de Alhucemas y el general Muñoz Cobos. Enterado de su llegada, el conde de Romanones delegó la presidencia de la sesión en el vicepresidente de la Cámara, el marqués de Pilares, y acudió a su despacho. Al entrar, el marqués de Alhucemas se despidió y marchó al Congreso, quedando los otros tres reunidos hasta las cinco de la tarde. A la salida no quisieron hablar a la prensa congregada, solamente el general Aguilera confirmó que «continúo en mi propósito de hablar a primera hora de la sesión de mañana» e interpelado sobre si entraría en el salón de sesiones dijo que «desde luego, voy a entrar con el propósito de que me vean». Y así hizo rodeado de numerosos partidarios.

    Fuera del Senado, en la Capitanía general de Madrid, el capitán general Muñoz Cobos se reunió con los jefes del Cuerpo de la guarnición de Madrid con el fin de darles órdenes de que todos sus miembros desistiesen de acudir por la noche al domicilio del general Aguilera. A pesar de todo, la asistencia fue muy concurrida. El apoyo que había recibido el presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina fue considerable. Había recibido cartas, tarjetas y del orden de 500 telegramas de adhesión y felicitación desde Madrid, Barcelona, Burgos, Zaragoza, Valencia y hasta desde Cuba. Incluso en el Ateneo acordaron nombrarlo socio de honor y que los ateneístas acudiesen a las ocho en manifestación a mostrarle sus simpatías.

    A las diez de la noche los alrededores de la calle Juan de Mena estaban llenos de efectivos de la Policía afectos a la brigada móvil y a la primera brigada. Media hora después, los jardines del Café de la Bolsa que daban a la casa del general Aguilera estaban repletos de jefes y oficiales de todas las Armas de la guarnición de Madrid. Jefes y oficiales del Ejército poblaban las mesas del café, mientras se formaban grupos de 25-30 personas para ir a casa del general. Este «desfile militar» en la calle Juan de Mena duró unas dos horas, hasta más de las doce de la noche. Entre los visitantes más destacados se encontraban los generales Sánchez Ortega, Tovar, Ayala, García Moreno, Villanova, Villalba, Villegas, Díaz del Rivero, Anca, Aguado, Fidrich y Barreiro; el coronel Riquelme; el jefe de la Armada, Sr. Berenguer; el jefe de los Regulares de Larache, Sr. González Carrasco; el teniente coronel de Regulares de Melilla, Sr. Núñez de Prado; senadores, diputados y una Comisión del Ateneo integrada por diversos escritores[7].


El general Francisco Aguilera en su domicilio con algunos de los militares que acudieron a felicitarlo.
Mundo Gráfico, 11 de julio de 1923, nº610.

    Durante la noche el general Aguilera también recibió la visita del capitán general de Madrid, el Sr. Muñoz Cobos, y del gobernador militar de Madrid, el general Juan O’Donnell, III duque de Tetuán. Ambos, tras saludar a Aguilera, marcharon al Ministerio de la Guerra donde conferenciaron con el ministro, el general Aizpuru. Éste tuvo que comunicar esa misma madrugada a la prensa que la presencia de estos dos militares en casa de Aguilera en absoluto suponía una representación de la guarnición de Madrid.

    Y así es como concluyó el miércoles 4 de julio. Nadie podía siquiera sospechar los diversos escándalos que tendrían lugar al día siguiente en el Senado y que de una forma u otra marcarían el devenir de la historia de España.



[1] Cabe destacar durante la derrota de Annual la heroica entrega del Regimiento de Cazadores de Alcántara, 14 de Caballería, al proteger la retirada de las tropas españolas desde Annual hasta Monte Arruit sufriendo un 77% de bajas. Por esta heroica labor le fue concedida al Regimiento en 2012 la Cruz Laureada de San Fernando, como Laureada Colectiva.

[2] Político del Partido Conservador, alcalde de Madrid en dos ocasiones (1896 y 1907), ministro de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas (1900), ministro de Marina (1902), ministro de Gracia y Justicia (1903), presidente del Consejo de Ministros (1919), senador vitalicio desde 1899 y presidente del Senado en cinco legislaturas (1914-1915, 1915-1916, 1919-1920, 1921-1922 y 1922-1923).

[3] Diario de Sesiones del Senado, 28 de junio de 1923, nº22, pp. 405-406.

[4] Comenzó en la política como miembro del Partido Liberal, pero al comenzar el siglo XX se pasó a las filas del Partido Conservador. Fue ministro de la Gobernación (1903-1904, 1913-1915, 1917), ministro de Fomento (1908-1909), presidente del Congreso de los Diputados (1919-1920, 1921-1922), jefe del Partido Conservador tras ser asesinado don Eduardo Dato en 1921, y presidente del Consejo de Ministros (1922)

[5] Diario de Sesiones del Senado, 3 de julio de 1923, nº24, pp. 424-425.

[6] SOLDEVILLA Fernando, El año político 1923, Imprenta y encuadernación de Julio Cosano, 1924, p. 228.

[7] Ibídem, p. 229.

Otras fuentes:

- ABC, 4 y 5 de julio de 1923.

- El Siglo Futuro, 3 y 4 de julio de 1923.

- La Acción, 3 de julio de 1923.

- La Correspondencia de España, 3 de julio de 1923, nº23642.

- La Época, 3 y 4 de julio de 1923.

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