El estado ruinoso y lamentable en el que se encontraba el Palacio del Senado al comienzo del período de la Restauración en 1875, obligó al entonces presidente de este Cuerpo Colegislador, el marqués de Barzanallana (presidente entre 1876 y 1881), a emprender una serie de reformas para acondicionar el edificio. Las obras se le encargaron al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos, que además de reparar la armadura de la bóveda del Salón de Sesiones, de realizar la construcción del Salón de Conferencias o la reforma de la fachada del Palacio hacia la calle del Reloj, obras ellas de urgencia; diseñó posteriormente en 1881 una sala específica para reuniones en una estancia que había servido anteriormente como parte de la biblioteca. La sala figuró como sección 4ª o 5ª, dependiendo de las legislaturas, como salón de presupuestos, o ya más recientemente como Sala de Tapices. En la actualidad recibe el nombre de Sala Manuel Broseta Pont.
Sala Manuel Broseta Pont. Senado. |
En la reunión que mantuvo la Comisión de Gobierno Interior el 6 de marzo de 1881, una vez «presentado por el indicado Arquitecto (Villajos) el presupuesto de las obras necesarias para el arreglo del antiguo local de la Biblioteca, la Comisión, después de haberlo examinado, acordó prestarle su aprobación con el aumento que ocasione poner un artesonado sencillo de madera con dibujo morisco en el techo del salón de presupuestos y de reuniones, cuyo coste no exceda de veinticinco pesetas metro cuadrado; y además unas dos mil pesetas destinadas á la instalación de las chimeneas y caloríferos para su calefacción».
Artesonado de la sala. Senado. |
En los meses posteriores, la
Comisión trató el tema de la decoración que debería tener la nueva sala. Por
tal motivo, se encargó «la construcción de las banquetas necesarias para la
sala de reuniones, en armonía con el decorado que ha de tener la misma, y que
se pidan a Inglaterra muestras de alfombra imitando dibujos viejos para elegir
la que se juzgue más a propósito»[1]. Dichas banquetas, tras
analizar la comisión los dibujos y presupuestos presentados por varios artistas
decidió encargárselas a don Antonio G. Martínez a un precio de 85 pesetas metro[2].
Un mes después recibiría la
comisión las muestras de alfombra para elegir, así como muestras de telas para
las banquetas proporcionadas por el establecimiento «Isla de Cuba». Igualmente,
sería el presidente el encargado de elegir la mesa y sillón adecuados para la
nueva sala y la lámpara que debería figurar en ella. Ésta se le encargó a la
empresa de los Sres. Llorensa Hermanos por 875 ptas. y debía contar con diez
luces y un diámetro de 1,4m. La entrega tenía que hacerse como muy tarde el 24
de agosto[3]. Esta premura es de
suponer que se deba a la próxima apertura de las Cortes el 20 de septiembre[4] y, por tanto, al deseo por
tener preparada la sala de cara al comienzo de la nueva legislatura 1881-1882.
Pero si por algo destaca sobre todo
esta sala, es por la decoración de sus paredes. En ellas hay ocho
reproducciones de fragmentos correspondientes a la serie de tapices que narran
la conquista de Túnez por el emperador Carlos V. En la reunión de la Comisión
de Gobierno Interior del 7 de abril de 1881, «leída la carta del Sr. D.
Francisco Sans referente á las imitaciones de tapices que se proyectan colocar
en las paredes del nuevo salón de reuniones y también el presupuesto formado
para la ejecución de esta obra por el pintor Sr. Llanos, la Comisión, después
de aprobar dicho presupuesto, acordó confiar este encargo, con sujeción al
mismo, al indicado Sr. Llanos». Las imitaciones serían adquiridas meses
después, en agosto, a Luis de Llanos Keats por un precio de 7500 ptas.
La conquista de Túnez por Carlos I
en 1535 es uno de los episodios más destacados de su reinado. Éste, en el
ámbito exterior, se movió sobre tres ejes: las guerras con Francia debido a la
enemiga de Francisco I, la lucha por frenar la herejía luterana que había
nacido en el seno del Imperio y que suponía una ruptura de la Cristiandad, y la
defensa de esta misma Cristiandad frente a la amenaza turca tanto en el continente
como en el Mediterráneo.
La decisiva victoria del Imperio en
el sitio de Viena de 1529 y el posterior rechazo en 1532 del avance de Solimán,
que abandonaría su nuevo intento de tomar la ciudad austríaca tras conocer los
movimientos del ejército del emperador Carlos V hacia Viena, constituirían el
freno a la invasión turca en el continente y algo de tranquilidad en la
Cristiandad. En cambio, no sería así en el norte de África y en el
Mediterráneo. Las tomas de Argel y el Peñón de Argel por el corsario Barbarroja
supusieron una constante amenaza sobre las costas españolas que vieron con
relativa frecuencia cómo a ellas llegaban naves argelinas con lo que ello
suponía: saqueos y toma de prisioneros, ya fueran hombres, mujeres o niños.
Ascendido Barbarroja a Almirante de
la armada turca, conquistará Túnez el 2 de agosto de 1534, un claro golpe a la
influencia de la Monarquía Católica al sur del Mediterráneo, ya que su rey,
Muley Hassan, era feudatario de Carlos I. Ante esta situación, el emperador
decide participar él mismo en la operación que se desarrollará al año siguiente
para retomar Túnez. Y a ella acudirá también, a parte de su cronista don Alonso
de Santa Cruz, el pintor flamenco Jan Cornelisz Vermeyen para documentar
aquella importante jornada.
El desembarco de las tropas
imperiales se llevó a cabo a mediados del mes de junio de 1535, entre los días
16 y 17. Tras algunos combates de escasa importancia, el ejército pone rumbo a
La Goleta, la plaza marítima más fuerte de Túnez y con cuyo control se
garantizaba acabar con los ataques turcos que había estado sufriendo la Italia
meridional desde 1534. Durante seis horas, por tierra y por mar, se estuvo
bombardeando de forma ininterrumpida los muros de La Goleta, hasta que por fin
se abrió brechas en los mismos, dando la oportunidad a las tropas con mayor
arrojo y valor del ejército imperial: los tercios viejos españoles. Estos
serían los primeros en conseguir entrar en La Goleta el 14 de julio.
Tomada la plaza, el emperador pone
rumbo a Túnez. De camino combatieron contra las fuerzas turcas por los pozos de
agua, algo que aprovecharon los miles de cristianos cautivos que había en Túnez
para alzarse, puesto que los turcos habían salido a combatir a los imperiales. Vencido
en los pozos y con la ciudad alzada, Barbarroja huyó con los suyos a la plaza
de Argel donde se refugió, consiguiendo Carlos I hacerse de nuevo con Túnez el
21 de julio y así devolver el trono al rey Muley Hassan, su vasallo.
Para conmemorar tan importante
victoria, años más tarde en 1546, Carlos I solicitaría que se realizase una
colección de tapices que ilustrase aquellas jornadas. Su hermana María de
Hungría, gobernadora de los Países Bajos, encargó el 15 de junio de 1546 al
pintor flamenco Vermeyen, que había acompañado al emperador a Túnez, que
realizase los cartones para los tapices, actividad en la que fue ayudado por el
pintor Pieter Coecke van Aelst. La colección de hasta doce paños fue tejida a
partir de 1548 en el taller de Willem Pannemaker con seda de Granada, hilos de
estambre de Lyon, de oro y de plata. Los tapices se terminaron de tejer el 12
de abril de 1554 y desde entonces fueron objeto de gran admiración y mostrados
en acontecimientos importantes. Fueron numerosas las copias que se hicieron,
como las que encargaron las hermanas del rey, María de Hungría y Leonor de
Austria, o la solicitada en 1731 por S.M.C. don Felipe V.
Los doce tapices de la colección
son:
- El
mapa.
- La
Revista de las tropas en Barcelona.
- Desembarco
en La Goleta.
- Ataque
a La Goleta.
- Combate
naval ante La Goleta.
- Salida
del enemigo de La Goleta.
- Toma
de La Goleta.
- La
Batalla en los pozos de Túnez.
- La
toma de Túnez.
- Saqueo
de Túnez.
- El
enemigo acampado en Rada.
- Reembarque
del ejército en La Goleta.
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