Corona y retrato de D. Manuel José Quintana. La Ilustración Española y Americana, nº 13, 8 de abril de 1893, p. 236. |
Durante el Bienio
Progresista (1854-1856) el Senado de España no estuvo constituido, puesto que
las Cortes Constituyentes encargadas de elaborar una nueva constitución eran
unicamerales, formadas únicamente por el Congreso de los Diputados, tal y como recoge
el Real Decreto de convocatoria de Cortes del 11 de agosto de 1854. No
obstante, a pesar de esta inactividad parlamentaria de la Alta Cámara durante
los años del Bienio, el Palacio del Senado acogió en 1855 uno de los actos
solemnes de mayor trascendencia de la época: la coronación del poeta don Manuel
José Quintana y Lorenzo. Numerosas han sido las crónicas y reportajes que se
han hecho acerca de tan señalado acontecimiento. Han escrito sobre ello don
Victorino Tamayo, don Antonio Sánchez Moguel, don Manuel Cañete, don Vicente
Barrantes, don Miguel Agustín Príncipe o don Tomás Luceño entre otros.
El origen de aquella
ceremonia se encuentra en el artículo publicado el 14 de septiembre de 1854 en La Iberia y firmado por todos sus
redactores, encabezados por Pedro Calvo Asensio, director del periódico. En
aquellas fechas se estaba representando en el teatro de Variedades la obra de
Quintana titulada Pelayo, y los
jóvenes redactores y poetas de La Iberia
idearon el artículo mencionado, en el que se ensalza la figura de Quintana hasta
tal punto que hablan de él como «un modelo de virtud, un coloso de sabiduría,
[…] ese genio divino, ese sacerdote de la gaya ciencia». Piden a «la
literatura, las ciencias, la administración, el comercio, la industria, el pueblo
en masa» que se unan a su iniciativa para ceñir sobre la cabeza de Quintana la
corona de laurel, reservada para la gloria de los más eminentes poetas[1].
La acogida con entusiasmo
por parte de la prensa y público fue unánime, según relata Vicente Barrantes.
El mismo día que se publicaba el artículo en La Iberia, en la redacción de Las
Novedades se reunió una junta de periodistas (directores y redactores de
diversos periódicos), entre ellos Pedro Calvo Asensio, donde se acordó formar
una Comisión encargada de obtener los medios y organizar la ceremonia de
coronación, pidiendo para ello la incorporación a esta comisión de personas
como don Juan Eugenio Hartzenbusch o don Joaquín Maracci. Para poder costear la
corona de oro se abrió una suscripción
nacional, que no tardó en cubrirse, y se le encargó su fabricación al
director de la platería de Martínez, don José Ramírez de Arellano. En la corona
podía leerse:
Al gran Quintana,
la prensa periódica,
los amantes de las
glorias de España,
la nación entera.
1855.
Corona de oro de Manuel José Quintana. Jorge Maier, Antigüedades siglos XVI-XX: Catálogo del gabinete de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2005, p. 47. |
La Comisión se dirigió al Gobierno, concretamente al presidente del Consejo de Ministros, el general don Baldomero Espartero, con el fin de pedir autorización para hacer la ceremonia y la respuesta no pudo ser más complaciente: «Con mi dinero y con mi persona puede contar la comisión para todo aquello que redunde en honra y gloria de nuestro insigne vate». Ante la propuesta de que fuera él quien coronase al poeta, Espartero afirmó: «El gran poeta es amigo mío, es un buen patricio; es de los últimos representantes de una generación heroica; y cuanto yo haga por él, me parecerá siempre poco. Si la Comisión me lo permite, formaré parte de ella para solicitar de S.M. que le corone por su mano»[2].
De esta manera, el jueves
2 de marzo de 1855 a las seis y media de la tarde fue la comisión recibida en
el Palacio Real para, por boca de Hartzenbusch, comunicar a doña Isabel su
propuesta. Ella expresó el amor y admiración que sentía por su antiguo ayo y
maestro y se mostró dispuesta a imponerle la corona de laurel cuando así se
dispusiera. Igualmente, encargaría la fabricación de una bandeja de plata para
la corona por valor de 1500 duros a la platería de Martínez y al día siguiente
de la reunión la comisión recibió un oficio del Intendente de Palacio comunicando
el envío de 6000 reales. La bandeja tenía la siguiente inscripción:
Isabel II
á su muy querido ayo
y maestro
Quintana.
Bandeja de plata de Manuel José Quintana. Jorge Maier, Antigüedades siglos XVI-XX: Catálogo del gabinete de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2005, p. 49. |
Entre los puntos más
importantes de la organización de la solemne ceremonia figuraba la elección de
la fecha y el lugar en que debía llevarse a cabo. Se escogió el 19 de marzo,
festividad de San José, con el fin de unir en una misma fecha la celebración de
la onomástica de Quintana y su homenaje público. No obstante, las aspiraciones
de la Comisión se vieron truncadas al fallecer el 10 de marzo en Trieste don
Carlos V, tío de doña Isabel, que decidió guardar luto por él. Por tanto, la
fecha para la coronación se pospuso al domingo 25 de marzo.
En cuanto al lugar idóneo
para la ceremonia se barajaron unos cuantos, desde el salón de grados de la
Universidad de Salamanca (desechado por carecer de tribunas y ser reducido su
espacio), el teatro de Oriente, la iglesia de Atocha, el Salón del Prado, etc.
Todos fueron rechazados. Querían un espacio que diera solemnidad y distinción
al acto, y encontraron en el Salón de Sesiones del Senado el lugar idóneo, un
espacio que cedía gustoso el marqués de Viluma, a la sazón presidente de la
comisión conservadora de la Alta Cámara. Era un espacio que marcaba la historia
de Quintana, en él había estado como diputado de Cortes, como prócer y como senador vitalicio.
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