26 octubre 2020

La coronación del poeta D. Manuel José Quintana (I)


Corona y retrato de D. Manuel José Quintana.
La Ilustración Española y Americana, nº 13, 8 de abril de 1893, p. 236. 

    Durante el Bienio Progresista (1854-1856) el Senado de España no estuvo constituido, puesto que las Cortes Constituyentes encargadas de elaborar una nueva constitución eran unicamerales, formadas únicamente por el Congreso de los Diputados, tal y como recoge el Real Decreto de convocatoria de Cortes del 11 de agosto de 1854. No obstante, a pesar de esta inactividad parlamentaria de la Alta Cámara durante los años del Bienio, el Palacio del Senado acogió en 1855 uno de los actos solemnes de mayor trascendencia de la época: la coronación del poeta don Manuel José Quintana y Lorenzo. Numerosas han sido las crónicas y reportajes que se han hecho acerca de tan señalado acontecimiento. Han escrito sobre ello don Victorino Tamayo, don Antonio Sánchez Moguel, don Manuel Cañete, don Vicente Barrantes, don Miguel Agustín Príncipe o don Tomás Luceño entre otros.

    El origen de aquella ceremonia se encuentra en el artículo publicado el 14 de septiembre de 1854 en La Iberia y firmado por todos sus redactores, encabezados por Pedro Calvo Asensio, director del periódico. En aquellas fechas se estaba representando en el teatro de Variedades la obra de Quintana titulada Pelayo, y los jóvenes redactores y poetas de La Iberia idearon el artículo mencionado, en el que se ensalza la figura de Quintana hasta tal punto que hablan de él como «un modelo de virtud, un coloso de sabiduría, […] ese genio divino, ese sacerdote de la gaya ciencia». Piden a «la literatura, las ciencias, la administración, el comercio, la industria, el pueblo en masa» que se unan a su iniciativa para ceñir sobre la cabeza de Quintana la corona de laurel, reservada para la gloria de los más eminentes poetas[1].

    La acogida con entusiasmo por parte de la prensa y público fue unánime, según relata Vicente Barrantes. El mismo día que se publicaba el artículo en La Iberia, en la redacción de Las Novedades se reunió una junta de periodistas (directores y redactores de diversos periódicos), entre ellos Pedro Calvo Asensio, donde se acordó formar una Comisión encargada de obtener los medios y organizar la ceremonia de coronación, pidiendo para ello la incorporación a esta comisión de personas como don Juan Eugenio Hartzenbusch o don Joaquín Maracci. Para poder costear la corona de oro se abrió una suscripción  nacional, que no tardó en cubrirse, y se le encargó su fabricación al director de la platería de Martínez, don José Ramírez de Arellano. En la corona podía leerse:


Al gran Quintana,

la prensa periódica,

los amantes de las glorias de España,

la nación entera.

1855.


Corona de oro de Manuel José Quintana.
 Jorge Maier, Antigüedades siglos XVI-XX: Catálogo del gabinete de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2005, p. 47.


    La Comisión se dirigió al Gobierno, concretamente al presidente del Consejo de Ministros, el general don Baldomero Espartero, con el fin de pedir autorización para hacer la ceremonia y la respuesta no pudo ser más complaciente: «Con mi dinero y con mi persona puede contar la comisión para todo aquello que redunde en honra y gloria de nuestro insigne vate». Ante la propuesta de que fuera él quien coronase al poeta, Espartero afirmó: «El gran poeta es amigo mío, es un buen patricio; es de los últimos representantes de una generación heroica; y cuanto yo haga por él, me parecerá siempre poco. Si la Comisión me lo permite, formaré parte de ella para solicitar de S.M. que le corone por su mano»[2]

    De esta manera, el jueves 2 de marzo de 1855 a las seis y media de la tarde fue la comisión recibida en el Palacio Real para, por boca de Hartzenbusch, comunicar a doña Isabel su propuesta. Ella expresó el amor y admiración que sentía por su antiguo ayo y maestro y se mostró dispuesta a imponerle la corona de laurel cuando así se dispusiera. Igualmente, encargaría la fabricación de una bandeja de plata para la corona por valor de 1500 duros a la platería de Martínez y al día siguiente de la reunión la comisión recibió un oficio del Intendente de Palacio comunicando el envío de 6000 reales. La bandeja tenía la siguiente inscripción:


Isabel II

á su muy querido ayo y maestro

Quintana.


Bandeja de plata de Manuel José Quintana.
Jorge Maier, Antigüedades siglos XVI-XX: Catálogo del gabinete de antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2005, p. 49.

    Entre los puntos más importantes de la organización de la solemne ceremonia figuraba la elección de la fecha y el lugar en que debía llevarse a cabo. Se escogió el 19 de marzo, festividad de San José, con el fin de unir en una misma fecha la celebración de la onomástica de Quintana y su homenaje público. No obstante, las aspiraciones de la Comisión se vieron truncadas al fallecer el 10 de marzo en Trieste don Carlos V, tío de doña Isabel, que decidió guardar luto por él. Por tanto, la fecha para la coronación se pospuso al domingo 25 de marzo.

    En cuanto al lugar idóneo para la ceremonia se barajaron unos cuantos, desde el salón de grados de la Universidad de Salamanca (desechado por carecer de tribunas y ser reducido su espacio), el teatro de Oriente, la iglesia de Atocha, el Salón del Prado, etc. Todos fueron rechazados. Querían un espacio que diera solemnidad y distinción al acto, y encontraron en el Salón de Sesiones del Senado el lugar idóneo, un espacio que cedía gustoso el marqués de Viluma, a la sazón presidente de la comisión conservadora de la Alta Cámara. Era un espacio que marcaba la historia de Quintana, en él había estado como diputado de Cortes, como prócer y como senador vitalicio.

    Y así, con la fecha y lugar fijados se procedería, sin otros contratiempos, a coronar con laurel a don Manuel José Quintana en el Palacio del Senado el 25 de marzo de 1855.


[1] La Iberia, nº 76, 14 de septiembre de 1854, p. 1.

[2] BARRANTES Vicente, Coronación del eminente poeta D. Manuel José Quintana, Madrid, 1855.

19 octubre 2020

La Sala de Tapices (II): las imitaciones del pintor Luis de Llanos Keats

Como se ha comentado en La Sala de Tapices (I): la conquista de Túnez por Carlos I y los tapices de Vermeyen, el Senado adquirió en agosto de 1881 una serie de imitaciones hechas por Luis de Llanos de la colección de tapices La Conquista de Túnez por Carlos V, con el fin de decorar la nueva sala de reuniones.

Las imitaciones de esta colección de tapices que posee el Senado son meras reproducciones de fragmentos correspondientes a algunos de los tapices. Concretamente a los tapices 1º, 2º, 3º, 4º, 6º y 7º. 

Según se entra en la sala, a mano izquierda al lado de la puerta, nos encontramos con la reproducción de un fragmento correspondiente al tapiz «El mapa». En dicho tapiz se puede observar una imagen detallada del Mediterráneo, espacio en el que iba a tener lugar el despliegue de la armada imperial que llevaría al emperador y su ejército hasta Túnez. Tanto detalle en la representación de este espacio quizá se deba a Alonso de Santa Cruz, historiador y cosmógrafo de la Corte, muy cercano al rey. Tanto este tapiz como los demás cuentan con cartelas explicativas (superior en castellano e inferior en latín) que sirven de soporte narrativo a lo reflejado en los tapices. «El mapa», a su vez, posee una tercera inscripción recogida en una tabla que sujeta el propio pintor, Jan Cornelisz Vermeyen, en la que se muestra el empeño por reflejar en los tapices todo con exactitud y rigor de acuerdo a las crónicas (especialmente la de Santa Cruz) y a la cosmografía. Y es justo este fragmento del tapiz el que está reproducido en el Senado, si bien la tabla que hay pintada en la imitación tiene dibujadas las columnas de Hércules y no contiene ninguna leyenda.


Fragmento del tapiz El mapa. Senado.


Tapiz El mapa 


            Al otro lado de la puerta, a mano derecha según se entra en la sala, tenemos la reproducción de un fragmento del segundo tapiz de la colección: «La Revista de las tropas en Barcelona». Para tan importante empresa como era la toma de Túnez, el emperador requería reunir un gran ejército y se decidió que éste se reuniese en el puerto de Barcelona.

            Carlos I dejó Madrid el 2 de marzo de 1535 y tomó la ruta hacia Zaragoza, donde descansó unos días, y llegó a Barcelona el 3 de abril. La primera armada en llegar al punto de encuentro el 28 de abril fue la portuguesa, liderada por el capitán Antonio de Saldaña. Contaban con 23 carabelas, dos naos y un galeón, tal y como recoge Alonso de Santa Cruz en su crónica. Por tierra llegaría el grueso del ejército portugués comandado por el Infante don Luis de Portugal, hermano de la reina Isabel, que no quiso perderse aquella gran jornada contra el infiel.

           Más tarde, fueron llegando el resto de armadas: las galeras del almirante genovés Andrea Doria, un total de 16 entre las que iría el propio emperador, y 12 galeras españolas mandadas por Álvaro de Bazán más 90 naos, 20 urcas, 20 pinazas y 6 galeones reunidos por el marqués de Mondéjar procedentes del Señorío de Vizcaya, Andalucía y Flandes.

          Una vez concluida la llegada de todo el ejército que viajaría a Túnez, se preparó la entrada y revista de las tropas para el 14 de mayo en el campo de la Laguna de Barcelona, a las afueras de la puerta de Perpiñán. Y esta en concreto, es la escena reflejada en el segundo tapiz de la colección. En él se puede observar al fondo la ciudad de Barcelona, con edificios como la basílica de Santa María del Mar, y la montaña de Montserrat, a cuyo monasterio acudiría el emperador antes de partir el 30 de mayo para Túnez con el fin de impetrar a la Virgen su protección y apoyo.

En un segundo plano y en el centro se puede ver la figura de S.M.C. Carlos I a caballo, con bastón de mando y el collar de la Orden del Toisón de Oro, de la cual él era el Gran Maestre. A su lado se encuentran sentados los cronistas y frente a él destaca el caballero que porta un estandarte genovés carmesí con la imagen de la Virgen y el Niño en brazos. Y así, ante el Rey, desfila toda la caballería entre la que se pueden encontrar figuras como las del infante don Luis de Portugal, el duque de Alba o el marqués de Mondéjar.


Fragmento de La revista de las tropas en Barcelona. Senado

Tapiz La revista de las tropas en Barcelona

        Continuando el recorrido por las reproducciones que encontramos en la sala, se puede ver un fragmento del tercer tapiz «Desembarco en La Goleta» de la colección en el testero. Como se ha comentado anteriormente, el desembarco duró varios días y se llevaron a cabo pequeñas escaramuzas en las costas tunecinas, todo ello reflejado en el tapiz. El fragmento que tiene el Senado se corresponde con la esquina inferior izquierda del tapiz original. 


Tapiz Desembarco en La Goleta

        Del cuarto tapiz de la colección, «Ataque a La Goleta», el Senado posee dos fragmentos del mismo: uno al comienzo de la sala correspondiente al cuarto inferior izquierdo del tapiz, que junto con la reproducción de «La Revista de las tropas en Barcelona» son las dos copias más grandes que tiene la Cámara Alta; y el otro al lado de este último que se corresponde con la esquina inferior derecha del tapiz original.

          En el tapiz «Ataque a La Goleta», Vermeyen refleja al fondo la bahía de Cartago, donde habían desembarcado las tropas imperiales, y la ciudad de Túnez. Tanto en un primer como segundo plano, se pueden contemplar diversos enfrentamientos entre turcos e imperiales. En la primera reproducción de este tapiz que se ha hecho mención se observa la escaramuza en la que se vieron envueltas las tropas del marqués del Vasto, que dirigidas por S.M.C. Carlos I repelen un ataque de jinetes turcos, y en la segunda se ve cómo un soldado turco ofrece a su general a caballo la cabeza decapitada de un soldado católico.


Fragmento de Ataque a La Goleta. Senado



Tapiz Ataque a La Goleta

 

          Del sexto tapiz de la colección, «Salida del enemigo de La Goleta», el Senado tiene también otras dos reproducciones: un fragmento de la esquina inferior derecha del tapiz y otro de la izquierda. Fueron habituales la salida de las tropas turcas de La Goleta en los momentos en que los imperiales aprovechaban para buscar alimento. Esta circunstancia era aprovechada por el ejército de Barbarroja para esconderse y emboscar a las tropas imperiales, por ejemplo, escondidos entre los olivos y saltando sobre las tropas del marqués de Alarcón tal y como se ve en el tapiz, siendo socorridas por el emperador y su caballería.

          En una de las reproducciones del Senado se puede ver a dos soltados turcos entregando las cabezas de dos soldados imperiales a su general, y en la otra a un jinete turco lanzándose sobre las tropas cristianas.


Tapiz Salida del enemigo de La Goleta

          La última reproducción que hay en la sala se corresponde con un fragmento del séptimo tapiz, «Toma de La Goleta». Aunque en este tapiz Vermeyen ilustra la gran hazaña de la toma de la fortaleza marítima más importante que tenía Túnez, realizando un ataque conjunto entre las fuerzas terrestres y la armada imperial, Luis de Llanos optó por reproducir un remero en una barca y un galeón al fondo.


Tapiz Toma de La Goleta



[1] Las imágenes de los tapices originales están sacadas de Tapices y crónica, imagen y texto: un entramado persuasivo al servicio de la imagen de Carlos V de Antonio Gozalbo.


05 octubre 2020

La Sala de Tapices (I): la conquista de Túnez por Carlos I y los tapices de Vermeyen

El estado ruinoso y lamentable en el que se encontraba el Palacio del Senado al comienzo del período de la Restauración en 1875, obligó al entonces presidente de este Cuerpo Colegislador, el marqués de Barzanallana (presidente entre 1876 y 1881), a emprender una serie de reformas para acondicionar el edificio. Las obras se le encargaron al arquitecto Agustín Ortiz de Villajos, que además de reparar la armadura de la bóveda del Salón de Sesiones, de realizar la construcción del Salón de Conferencias o la reforma de la fachada del Palacio hacia la calle del Reloj, obras ellas de urgencia; diseñó posteriormente en 1881 una sala específica para reuniones en una estancia que había servido anteriormente como parte de la biblioteca. La sala figuró como sección 4ª o 5ª, dependiendo de las legislaturas, como salón de presupuestos, o ya más recientemente como Sala de Tapices. En la actualidad recibe el nombre de Sala Manuel Broseta Pont.


Sala Manuel Broseta Pont. Senado.

En la reunión que mantuvo la Comisión de Gobierno Interior el 6 de marzo de 1881, una vez «presentado por el indicado Arquitecto (Villajos) el presupuesto de las obras necesarias para el arreglo del antiguo local de la Biblioteca, la Comisión, después de haberlo examinado, acordó prestarle su aprobación con el aumento que ocasione poner un artesonado sencillo de madera con dibujo morisco en el techo del salón de presupuestos y de reuniones, cuyo coste no exceda de veinticinco pesetas metro cuadrado; y además unas dos mil pesetas destinadas á la instalación de las chimeneas y caloríferos para su calefacción».


Artesonado de la sala. Senado.

En los meses posteriores, la Comisión trató el tema de la decoración que debería tener la nueva sala. Por tal motivo, se encargó «la construcción de las banquetas necesarias para la sala de reuniones, en armonía con el decorado que ha de tener la misma, y que se pidan a Inglaterra muestras de alfombra imitando dibujos viejos para elegir la que se juzgue más a propósito»[1]. Dichas banquetas, tras analizar la comisión los dibujos y presupuestos presentados por varios artistas decidió encargárselas a don Antonio G. Martínez a un precio de 85 pesetas metro[2].

Un mes después recibiría la comisión las muestras de alfombra para elegir, así como muestras de telas para las banquetas proporcionadas por el establecimiento «Isla de Cuba». Igualmente, sería el presidente el encargado de elegir la mesa y sillón adecuados para la nueva sala y la lámpara que debería figurar en ella. Ésta se le encargó a la empresa de los Sres. Llorensa Hermanos por 875 ptas. y debía contar con diez luces y un diámetro de 1,4m. La entrega tenía que hacerse como muy tarde el 24 de agosto[3]. Esta premura es de suponer que se deba a la próxima apertura de las Cortes el 20 de septiembre[4] y, por tanto, al deseo por tener preparada la sala de cara al comienzo de la nueva legislatura 1881-1882.

Pero si por algo destaca sobre todo esta sala, es por la decoración de sus paredes. En ellas hay ocho reproducciones de fragmentos correspondientes a la serie de tapices que narran la conquista de Túnez por el emperador Carlos V. En la reunión de la Comisión de Gobierno Interior del 7 de abril de 1881, «leída la carta del Sr. D. Francisco Sans referente á las imitaciones de tapices que se proyectan colocar en las paredes del nuevo salón de reuniones y también el presupuesto formado para la ejecución de esta obra por el pintor Sr. Llanos, la Comisión, después de aprobar dicho presupuesto, acordó confiar este encargo, con sujeción al mismo, al indicado Sr. Llanos». Las imitaciones serían adquiridas meses después, en agosto, a Luis de Llanos Keats por un precio de 7500 ptas.

La conquista de Túnez por Carlos I en 1535 es uno de los episodios más destacados de su reinado. Éste, en el ámbito exterior, se movió sobre tres ejes: las guerras con Francia debido a la enemiga de Francisco I, la lucha por frenar la herejía luterana que había nacido en el seno del Imperio y que suponía una ruptura de la Cristiandad, y la defensa de esta misma Cristiandad frente a la amenaza turca tanto en el continente como en el Mediterráneo.

La decisiva victoria del Imperio en el sitio de Viena de 1529 y el posterior rechazo en 1532 del avance de Solimán, que abandonaría su nuevo intento de tomar la ciudad austríaca tras conocer los movimientos del ejército del emperador Carlos V hacia Viena, constituirían el freno a la invasión turca en el continente y algo de tranquilidad en la Cristiandad. En cambio, no sería así en el norte de África y en el Mediterráneo. Las tomas de Argel y el Peñón de Argel por el corsario Barbarroja supusieron una constante amenaza sobre las costas españolas que vieron con relativa frecuencia cómo a ellas llegaban naves argelinas con lo que ello suponía: saqueos y toma de prisioneros, ya fueran hombres, mujeres o niños.

Ascendido Barbarroja a Almirante de la armada turca, conquistará Túnez el 2 de agosto de 1534, un claro golpe a la influencia de la Monarquía Católica al sur del Mediterráneo, ya que su rey, Muley Hassan, era feudatario de Carlos I. Ante esta situación, el emperador decide participar él mismo en la operación que se desarrollará al año siguiente para retomar Túnez. Y a ella acudirá también, a parte de su cronista don Alonso de Santa Cruz, el pintor flamenco Jan Cornelisz Vermeyen para documentar aquella importante jornada.

El desembarco de las tropas imperiales se llevó a cabo a mediados del mes de junio de 1535, entre los días 16 y 17. Tras algunos combates de escasa importancia, el ejército pone rumbo a La Goleta, la plaza marítima más fuerte de Túnez y con cuyo control se garantizaba acabar con los ataques turcos que había estado sufriendo la Italia meridional desde 1534. Durante seis horas, por tierra y por mar, se estuvo bombardeando de forma ininterrumpida los muros de La Goleta, hasta que por fin se abrió brechas en los mismos, dando la oportunidad a las tropas con mayor arrojo y valor del ejército imperial: los tercios viejos españoles. Estos serían los primeros en conseguir entrar en La Goleta el 14 de julio.

Tomada la plaza, el emperador pone rumbo a Túnez. De camino combatieron contra las fuerzas turcas por los pozos de agua, algo que aprovecharon los miles de cristianos cautivos que había en Túnez para alzarse, puesto que los turcos habían salido a combatir a los imperiales. Vencido en los pozos y con la ciudad alzada, Barbarroja huyó con los suyos a la plaza de Argel donde se refugió, consiguiendo Carlos I hacerse de nuevo con Túnez el 21 de julio y así devolver el trono al rey Muley Hassan, su vasallo.

Para conmemorar tan importante victoria, años más tarde en 1546, Carlos I solicitaría que se realizase una colección de tapices que ilustrase aquellas jornadas. Su hermana María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos, encargó el 15 de junio de 1546 al pintor flamenco Vermeyen, que había acompañado al emperador a Túnez, que realizase los cartones para los tapices, actividad en la que fue ayudado por el pintor Pieter Coecke van Aelst. La colección de hasta doce paños fue tejida a partir de 1548 en el taller de Willem Pannemaker con seda de Granada, hilos de estambre de Lyon, de oro y de plata. Los tapices se terminaron de tejer el 12 de abril de 1554 y desde entonces fueron objeto de gran admiración y mostrados en acontecimientos importantes. Fueron numerosas las copias que se hicieron, como las que encargaron las hermanas del rey, María de Hungría y Leonor de Austria, o la solicitada en 1731 por S.M.C. don Felipe V.

Los doce tapices de la colección son:

  1.        El mapa.
  2.        La Revista de las tropas en Barcelona.
  3.        Desembarco en La Goleta.
  4.        Ataque a La Goleta.
  5.        Combate naval ante La Goleta.
  6.        Salida del enemigo de La Goleta.
  7.        Toma de La Goleta.
  8.        La Batalla en los pozos de Túnez.
  9.        La toma de Túnez.
  10.      Saqueo de Túnez.
  11.      El enemigo acampado en Rada.
  12.      Reembarque del ejército en La Goleta.

               En la actualidad, solamente se conservan diez de los doce tapices, repartidos entre el Palacio Real de Madrid y el Real Alcázar de Sevilla. El octavo y undécimo tapices se perdieron entre los siglos XVIII y XIX.


La revista de las tropas en Barcelona.

Ataque a La Goleta.



[1] Acta de la Comisión de Gobierno Interior, 1 de junio de 1881.

[2] Ibídem, 24 de junio de 1881.

[3] Ibídem, 20 de julio de 1881.

[4] La Sesión Regia de apertura correspondió al Senado celebrarla.

01 octubre 2020

Las lámparas del Antiguo Salón de Sesiones (II): del alumbrado de gas al eléctrico

    Se ha visto en una anterior entrada, Las lámparas del Antiguo Salón de Sesiones (I): el secuestro de los bienes del Infante don Sebastián, qué lámparas habían estado alumbrando el Salón de Sesiones del Palacio del Senado durante algo más de dos décadas. La devolución al Infante don Sebastián de sus bienes implicó deshacerse de las lámparas y buscar otras nuevas. Con esto se aprovechó la ocasión para cambiar el tipo de alumbrado, pasando a uno de gas.

    Según el inventario realizado el 6 de junio de 1879, en el Salón se colocaría «una lucerna de gas y ocho brazos», siendo sustituida posteriormente (inventario del 22 de diciembre de 1887) por «una araña grande para gas, de bronce dorada, con sesenta brazos y sus correspondientes tubos y bombas» y «ocho aparatos para gas con ocho brazos cada uno y sus tubos y bombas correspondientes».


Sesión Regia en el Senado, 1 de junio de 1879. La ilustración española y americana, 8 de junio de 1879, p. 9.

    Durante la década de los 80 del siglo XIX, el Senado se afanó por introducir una instalación eléctrica y sustituir así su alumbrado de gas por otro más eficiente y seguro como es el eléctrico. Tras la primera prueba realizada en 1882 por la Sociedad denominada «Telefonía, Fuerza y Luz Eléctrica», Compañía General de Electricidad, el Senado adjudicó en 1883 a la Sociedad Matritense de Electricidad la obra para introducir el alumbrado eléctrico en todo el Palacio, lo cual hizo mediante máquinas de vapor y dinamos de Gramme. No será hasta 1891 cuando finalmente este alumbrado eléctrico del Palacio esté conectado a la red.

    Con este cambio de alumbrado se produce, evidentemente, el cambio de lámparas y la reconversión de otras. Así, en el inventario del 31 de mayo de 1895 se puede observar que hay «ocho aparatos de metal dorado de ocho luces cada uno para gas, y utilizados ahora para la luz eléctrica con bombas de cristal raspado» y «tres bombas grandes de cristal con sus correspondientes aparatos de luz eléctrica en el centro del techo del Salón». Esta será ya la configuración que se repita en todos los inventarios posteriores: 18 de diciembre de 1902, 1903, 1 de diciembre de 1906, 1916, 1917 y 28 de noviembre de 1923.


Salón de Sesiones del Senado, 8 de enero de 1913. Mundo Gráfico, p. 18.

    Es interesante señalar qué ocurrió con la araña para gas de grandes dimensiones que había en 1887 y que se quitó al introducir definitivamente el alumbrado eléctrico, porque fue donada ni más ni menos que a la Catedral de Santiago de Compostela en 1895. Efectivamente, según el acta de la sesión de la Comisión de Gobierno Interior celebrada el 15 de enero de 1895 se acordó en su punto 2º «Que se ceda á la Catedral de Santiago de Compostela la araña que en otro tiempo estuvo colocada en el Salón de Sesiones». La comisión en dicha sesión estuvo presidida por el que a la sazón era presidente del Senado, don Eugenio Montero Ríos. De él parte el deseo de ceder dicha lámpara a la Catedral de su ciudad natal. Esta gran lámpara de gas (ahora eléctrica), de bronce, con sesenta brazos se colocó inicialmente en la nave central cerca del altar, pero tras un cambio de ubicación hace unos años, se encuentra ahora en la sacristía.

    En la actualidad, el Antiguo Salón de Sesiones del Senado cuenta con tres arañas de bronce dorado que cuelgan en el centro del Salón. Dos de ellas, las de los extremos, son de nueve brazos colocados en dos niveles con veintisiete luces, adornados con hojas de acanto; y la gran araña central cuenta con veintiún brazos dispuestos en tres niveles con sesenta y tres luces y adornados también con hojas de acanto.


Araña central

Araña lateral

    Estas tres lámparas, dan luz al salón desde la época en la que el Palacio era la sede del Consejo Nacional del Movimiento, no así los seis apliques que se encuentran en los intercolumnios del salón. Estos son de bronce dorado y ocho luces cubiertas cuatro de ellas con globos esféricos de cristal translúcido y las restantes por tulipas de cristal tallado en forma de flor. Sustituyen a los apliques con forma de hachero que hubo durante el período del Consejo Nacional, unos apliques de hierro y bronce que todavía pueden observarse, puesto que dos de ellos se encuentran colocados en la tribuna de público del salón.


Aplique de pared actual ubicado en el salón.

Aplique antiguo ubicado en la tribuna de público.