15 marzo 2021

El loco del Senado


    Aunque la historia del Senado en España no es muy extensa, sí ha dado para ver momentos de todo tipo. Momentos memorables, momentos lamentables y también algún que otro episodio anecdótico y curioso. Uno de estos últimos es el que tuvo lugar el miércoles 13 de febrero de 1889. El suceso fue tan inaudito que todos los periódicos lo recogieron y no fueron pocos los que dieron la noticia con cierta sorna.

    Como casi todas las tardes, tal y como era habitual, había sesión en la Alta Cámara. Ésta comenzó a las dos y cuarenta minutos con el incidente relativo a la inexactitud con la que algunos periódicos, en este caso El Imparcial, publicaban el extracto o reseña de las sesiones. Mientras esta protesta del senador don Ignacio Rojo Arias se estaba discutiendo en el salón, más arriba en el salón de prensa o salón de periodistas se producía el suceso anecdótico en cuestión. Dicho salón se encontraba en el primer piso tras el testero del salón de sesiones y servía de zona de descanso para los periodistas. A su vez, comunicaba con las dos tribunas destinadas para ellos.


Tribunas usadas antiguamente por la prensa.

Las tribunas.


    Así narraba el periódico conservador La Monarquía lo sucedido:


    Existe y existirá en literatura «El loco de la guardilla»[1] y ayer apareció otro que se conocerá en política por el «loco del Senado».

    A las tres y media de la tarde, se presentó ayer en el saloncillo de descanso contiguo a la tribuna de la prensa en el Senado, un sujeto de unos cincuenta años, de guante blanco y clac, luciendo en el ojal del gabán varias cintas de colores simulando condecoraciones.

      — ¿Qué deseaba V.? — le interrogó el hujier.

     — Saber por dónde se entra en el Senado — contestó el extraño personaje.

      —  Dentro del Senado está V.

      — Sí; pero quiero entrar en el salón de sesiones, porque soy el nuevo ministro de Fomento.

    Los periodistas que presenciaban la escena no pudieron contener una carcajada espontánea, que no hizo mella en el pobre demente.

     — Soy Antonio Roque Rodríguez y Rodríguez, hijo de Galicia, abogado de los tribunales de la nación, caballero de Carlos III, Isabel la Católica, Beneficencia y de otras cruces extranjeras. Soy íntimo amigo del general Cassola, he tenido diferentes lances de honor y he escrito varias obras. Hoy vengo llamado por Sagasta para reemplazar al conde de Xiquena en el ministerio de Fomento.

    Allí recitó dos odas dedicadas al Sr. Martínez Campos y Cánovas del Castillo, á quienes él había matado «moralmente».

    Bajó al salón de conferencias, con el propósito de penetrar en el de sesiones; pero á tiempo pudo ser detenido, gracias á la intervención de un periodista, que avisó a uno de los hujieres, quienes antes lo habían tomado por un personaje importante, saludándolo como á tal.

    Cuando le impidieron entrar en el salón de sesiones, manifestó que no era senador, pero sí grande de España de primera clase, condecorado por todos los Reyes del mundo, y que iba á tomar posesión, por encargo del Sr. Sagasta, de un ministerio.

    Además dijo ser doctor en los tres derechos y hombre de mucha ciencia.

    El ministro de Fomento del general Cassola fué acompañado cortésmente hasta la puerta de la calle por un empleado del Senado.

    Dirigióse entonces hacia Palacio para que la Reina, según él decía, le diese posesión del ministerio.

    Este desgraciado parece que es muy conocido de la colonia gallega.[2]

 

    El periódico La Unión Católica hizo esta otra reseña de lo sucedido:

 

    Poco después de las tres se ha dado un espectáculo original en la tribuna de la prensa del Senado.

    A dicha hora se ha presentado en aquella tribuna un sujeto á quien saludaban con respeto los hujieres de la Alta Cámara, juzgándole personaje, puesto que iba vestido de etiqueta, con guantes blancos y bastón, llevando encima del frac y á guisa de abrigo una buena levita. Desde luego ha llamado la atención de nuestros compañeros el citado personaje, y mucho más cuando, encarándose con ellos, les ha pedido que como representantes de la opinión pública le dieran posesión del ministerio de Fomento, pues había sido nombrado para esta cartera, dando lectura inmediatamente á versos suyos dedicados á los ministros y manifestando que era caballero de varias órdenes nacionales y extranjeras.

    Es opinión general que se trata de una broma pesada y de mal género y que el sujeto en cuestión, más sano del cuerpo que del juicio, ha sido instrumento de gentes á que no queremos aludir. Hemos oído que se llama Juan Roque Rodríguez y que es gallego. Tiene la manía de hacer versos y le han metido en la cabeza que es grande de España y que la Reina por premiar sus aficiones poéticas, le ha nombrado ministro.[3]

 

    El periódico El Liberal titulaba la noticia de la siguiente manera: Ministro, poeta y… loco. A lo escrito por La Monarquía y La Unión Católica, añade algunos detalles más de la conversación y lectura de los versos que este curioso personaje hizo tras su presentación y enumeración de las diversas cruces que afirmaba tener:

 

    Y sin dejar que nadie le interrumpiese y sin hacer caso de que las carcajadas iban en aumento, añadió:

    — Antes de que echen mi programa abajo en el salón de sesiones, les voy á dar á ustedes á conocer algunas poesías de que soy autor.

    Y recitó varias.

    Antes de despedirse, dijo:

     — Esta mañana he matado á Cánovas.

     — ¿Cómo?

     — Políticamente hablando. Véanlo ustedes…

    Y recitó para final una oda titulada «La muerte de Cánovas».

    Bajó luego al salón de conferencias, y si se le hubiese consentido hubiera entrado en el salón de sesiones, pues dijo que quería hacer su programa político desde el banco azul.

    Un hujier puso cortésmente en la calle al nuevo ministro de Fomento.

    Es de creer que éste, para desquitarse de no haber pronunciado un discurso en la Alta Cámara, se iría anoche al Manicomio Esquerdo á dar una conferencia sobre la paz y concordia entre los conspicuos del fusionismo.[4]

 

El banco azul del Senado desde donde quería hablar el «nuevo» ministro.
Nuevo Mundo, nº225, 27 de abril de 1898.

    De esta manera tan irónica cerraba la noticia El Liberal, pero no sería el único en recurrir al humor. La Época comenzaría así su reseña de lo sucedido: «Sin que nadie haya tenido conocimiento de ello, ni aun los más íntimos amigos del Gobierno, éste ha estado en crisis parcial»[5]. Aunque para sorna, la del diario liberal El Imparcial, que las pocas líneas que dedica al asunto las carga de ironía:

 

    Un caballero, cubierto de cruces y vestido de luto riguroso, se presentó ayer á primera hora en el Senado, y levantando el tapiz que da entrada al salón, pretendió ir solemnemente al banco azul y tomar asiento.

    Este hecho que tanto ha llamado la atención nos lo explicamos perfectamente.

    Porque seguramente se trata de uno de los quince millones de españoles como sueñan en ser ministros (sic).

    Saldría de su casa bajo la influencia de ese sueño y se iría al Senado.

    Será sonámbulo.[6]

 

    Sea como fuere, está claro que aquel hombre, Antonio Roque Rodríguez, no estaba mentalmente sano. Y también nos refleja este episodio la relativa facilidad con la que se podía llegar a entrar en el Senado, bastando con decir ser alguien que no se era. Al suceso no se le dio más importancia y fue tomado con buen humor y hasta con gracia. Con esta anécdota concluía La Ilustración Española y Americana aquel curioso episodio:

 

    No respondemos de la anécdota; pero nos dicen que el señor Sagasta se sonrió cuando le contaron el suceso, y dijo:

       ¿Se ha retirado ese individuo creyendo ser ministro?

      — Sí, señor.

       Pues no quitarle la ilusión: un aspirante menos.[7]

 


[1] El loco de la guardilla: paso que pasó en el siglo XVII es una zarzuela en un acto escrita por Narciso Serra y con música de Manuel Fernández Caballero. Fue estrenada el 9 de octubre de 1861 en el teatro de la Zarzuela y cosechó un éxito notable. La obra se centra en los momentos en que Miguel de Cervantes escribe su novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605.

[2] La Monarquía, nº480, 14 de febrero de 1889, p. 3.

[3] La Unión Católica, nº511, 13 de febrero de 1889, p. 3.

[4] El Liberal, nº3541, 14 de febrero de 1889, p. 2.

[5] La Época, nº13117, 13 de febrero de 1889, p. 3.

[6] El Imparcial, nº 7808, 14 de febrero de 1889, p. 1.

[7] La Ilustración Española y Americana, nº6, 15 de febrero de 1889, p. 2.

08 marzo 2021

El asesinato de Eduardo Dato


Eduardo Dato e Iradier.

    El 8 de marzo de 1921 España volvía a sufrir un magnicidio, el tercero en 24 años. En esta ocasión, el asesinado fue el presidente del Consejo de Ministros, don Eduardo Dato e Iradier. Jefe del partido conservador, había asumido la presidencia del Consejo en mayo de 1920, la tercera vez que lo hacía. Además, también desempeñaría las funciones de ministro de Marina. La situación política en España era complicada, especialmente en Cataluña donde el sindicalismo anarquista había convertido el pistolerismo en algo muy habitual. Ante tal situación Dato nombró gobernador civil de Barcelona al general Severiano Martínez Anido, el cual llevó a cabo políticas más represivas con el fin de acabar con el anarquismo en la ciudad. El propio Dato sería amenazado en repetidas ocasiones, aunque nunca llevó demasiada seguridad, ya que él mismo la rechazaba. Algo que muchos no se explicaban.

    El martes 8 de marzo de 1921, Eduardo Dato pasó la tarde en el Senado, buena parte de ella en el despacho de Sres. Ministros (hoy despacho del secretario 1º). La sesión comenzó a las tres y cuarenta minutos de la tarde y entre otros asuntos se siguió debatiendo sobre el dictamen de la Comisión de contestación al Discurso de la Corona. A las ocho se levantó la sesión y poco después de pasada esa hora Eduardo Dato se dispuso para volver a su domicilio. Salió del Palacio del Senado junto con los ministros de Gracia y Justicia y de Guerra, los Sres. don Mariano Ordóñez y García y don Luis Marichalar y Monreal, vizconde de Eza, respectivamente. Hablaron un rato en la Plaza de los Ministerios y se despidieron. Antes de irse, Dato conversó también con el marqués de Santa Cruz, ex subsecretario de la Presidencia, al que invitó a acompañarlo en coche hasta su casa, pero el marqués se excusó al tener allí mismo su propio automóvil.

    De esta manera, Eduardo Dato montó en su coche, un «Marmon 34» sin ningún tipo de blindaje. Junto a él no iba tampoco escolta alguna, solamente su lacayo, don Juan José Fernández Pascual, y su conductor, don Manuel Ros. El coche puso rumbo al domicilio de Dato, en la calle de Lagasca, 4. Marcharon en dirección a la Puerta del Sol y de ahí a la calle de Alcalá. El coche subió la calle por el lado izquierdo[1] y llegó a la Plaza de la Independencia. Girando en la plaza en el borde de la Puerta de Alcalá para entrar en la calle de Serrano[2] e ir hasta Lagasca, se acercó hasta el coche una moto «Indian» gris oscuro con sidecar. Debido a la aglomeración del tráfico el coche de Dato no iba a mucha velocidad, lo que permitió a la moto colocarse a la par del coche. En ella iban tres pistoleros anarquistas que habían sido contratados por la CNT para asesinar al presidente del Consejo de Ministros. La moto la conducía Ramón Casanellas, detrás iba sentado Luis Nicolau y en el sidecar se encontraba Pedro Mateu. Estos dos últimos, empezaron a disparar repetidamente sus pistolas Máuser contra el coche de Dato y aunque no tenían una puntería muy certera, era tal la proximidad entre ellos y el coche (casi tocaban con las pistolas el mismo), que el éxito estaba asegurado. Eduardo Dato se encontraba sentado a la derecha de la parte trasera del coche por lo que los primeros disparos fueron hechos casi a quemarropa. Uno de los disparos hirió también al lacayo, José Fernández, en la cabeza y tras los gritos de éste Manuel Ros aumentó la velocidad del automóvil para escapar de los terroristas que siguieron disparando durante unos metros más, hasta que huyeron sin problemas por la calle de Serrano.


Coche de Eduardo Dato tras el atentado.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.

    

    El conductor fue directo a la calle Lagasca y posteriormente a la Casa de Socorro de Buenavista, en la calle de Olózaga, 1. Al llegar, entró apresurado informando de lo sucedido. Los médicos salieron a la carrera y el presidente del Consejo fue atendido por los médicos don Luis Felipe Vilas y don Adrián García López. Todo fue inútil, Eduardo Dato había fallecido.

    No se llevó a cabo ninguna autopsia del cadáver, es más ni siquiera se llegó a desnudar el cuerpo, se realizó un reconocimiento somero en el que se detectaron tres heridas, cuyo resultado fue el siguiente: una en la parte inferior derecha de la región occipital con salida por la región fronto parietal izquierda, otra en la región malar con salida por la maxilar posterior y la última, sin salida de bala, en el lado izquierdo de la espalda a la altura de la séptima costilla. Por tanto, fueron tres los disparos que recibió Dato: en la cabeza, en la cara y en la espalda, el peor de todos y sin lugar a dudas mortal, el de la cabeza.


Cadáver de Eduardo Dato envuelto en un sudario en la Casa de Socorro.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.

José Fernández Pascual convaleciente de su herida en la cabeza, junto a su madre y esposa.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.

    A la Casa de Socorro fueron llegando inmediatamente autoridades políticas como Fernando de Torres Almunia, Antonio Maura, Juan de la Cierva o el presidente del Senado don Joaquín Sánchez de Toca entre muchos otros, así como el cardenal Almaraz. Los momentos más tristes se vivieron cuando acudieron la esposa e hijas de Eduardo Dato. Tras enterarse de lo sucedido fueron corriendo desde el domicilio hasta la Casa de Socorro y allí pidieron ver su cadáver.

    Aunque la idea era instalar la capilla ardiente en el Congreso de los Diputados, la esposa e hijas de Dato lo rechazaron, querían velar el cadáver en su casa. De manera que a las nueve y veinticinco minutos de la noche el cuerpo sin vida del presidente del Consejo fue trasladado hasta el domicilio familiar y allí se instaló sobre un colchón en el salón rotonda, donde Eduardo Dato solía recibir a las visitas. Las heridas fueron lavadas y vendadas por el doctor Huertas y así permaneció el cadáver en la sala, aún con las ropas que llevaba durante el atentado. La esposa y las hijas no se separaron en ningún momento de su esposo y padre. A las doce de la noche llegaron los ministros del Gobierno y tras rezar de rodillas ante el cadáver de su jefe, se reunieron en una sala a parte hasta la una. Veinte minutos después se despidieron de la familia y se marcharon.

    Durante toda la mañana siguiente se dijeron varias misas en sufragio por el alma de Eduardo Dato en los dos altares de la capilla ardiente. A las diez y media, llegaron a la casa don Alfonso XIII y su esposa doña Victoria Eugenia que tras dar el pésame oyeron la misa. La esposa de Dato se mantuvo en todo momento inmóvil, sin apartar la vista de su marido. También acudió la infanta doña Isabel de Borbón a las doce y oyó misa, tras lo cual mostró sus condolencias a la familia de Dato. Y así, innumerables autoridades fueron llegando a la casa: embajadores, el Nuncio de Su Santidad, el arzobispo de Valladolid, etc.


Salida de Alfonso XIII y Victoria Eugenia del domicilio de Eduardo Dato.
ABC, nº5670, 10 de marzo de 1921.

    El día 10 de marzo sería enterrado Eduardo Dato en el cementerio de San Isidro, aunque al año siguiente el 10 de junio de 1922 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres, donde hoy reposan. Se le tributaron los honores fúnebres que la ordenanza señalaba para el capitán general del Ejército que moría en plaza con mando en jefe, y en Madrid se celebraron solemnes exequias.


Salida del féretro de la casa mortuoria.
ABC, nº5671, 11 de marzo de 1921, p. 1.


Alfonso XIII presidiendo el duelo.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.


Paso de los restos por la Plaza de Colón.
ABC, nº5671, 11 de marzo de 1921, p. 3.


La comitiva fúnebre a su paso por el Paseo de Recoletos.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.


1. Comitiva fúnebre en el Paseo de Recoletos.
2. Alfonso XIII al despedirse del duelo en la Plaza de Cánovas.
ABC, nº5671, 11 de marzo de 1921, p. 5.


Las tropas desfilando ante el féretro en la Plaza de Cánovas.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.


Alfonso XIII junto al Gobierno en la Plaza de Cánovas, despidiendo el duelo.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.

    Respecto a los terroristas que asesinaron al presidente del Consejo, los tres huyeron tras el atentado. Éste lo habían preparado minuciosamente durante dos meses, desde el mes de enero. Llegaron a Madrid el 11 de dicho mes y estudiaron con exactitud el recorrido que hacía Eduardo Dato desde que salía del Senado hasta su domicilio. Esta impunidad, sumada a la escasa seguridad que acompañaba al presidente causó un gran enfado:

    «He aquí las medidas que la Dirección general de Seguridad había adoptado para salvaguardia de la vida del primer ministro español: un agente veía salir al Sr. Dato de la Alta Cámara; otro le miraba pasar desde la Puerta del Sol; un tercero, paseándose junto a la Cibeles, comprobaba el tránsito del automóvil, y un último agente saludaba con todo respeto al infortunado D. Eduardo en la puerta de su casa en la calle de Lagasca. Ni un ciclista que siguiese el coche. No hablemos ya de autos, ni de motocicletas. Sin embargo, en la Dirección general de Seguridad los hay.

    […] Una sola moto de la Policía que hubiese seguido el coche presidencial, hubiera hecho imposible el atentado. Y si no lo hubiese hecho imposible, por lo menos los criminales estarían detenidos ya»[3].


Motocicleta usada por los terroristas en el atentado. Su hallazgo por la Guardia Civil
permitió identificar a los asesinos.

Pedro Mateu tras ser detenido.
Mundo Gráfico, nº489, 16 de marzo de 1921.

    Tras escapar, solamente Mateu fue detenido el 13 de marzo, ya que volvió a donde se habían hospedado los tres antes del atentado. En cambio, tanto Nicolau como Casanellas lograron salir de España, el primero a Alemania y el segundo a Rusia. En febrero de 1922, se consiguió la extradición por parte de Alemania de Nicolau, que junto con Mateu fue juzgado y condenado a la pena de muerte y caso de indulto de la misma, a la accesoria de inhabilitación absoluta perpetua. El 23 de enero de 1924, festividad de San Ildefonso, se les permutó a ambos la condena a pena de muerte por la perpetua, por parte del presidente del Directorio Militar, el general Miguel Primo de Rivera, con motivo de las fiestas por la onomástica de Alfonso XIII. No obstante, en 1931 con la llegada de la II República se les concedió la amnistía, por lo que quedaron en libertad el 15 de abril de dicho año, llegándose incluso a sacar en hombros a Mateu de la Prisión Central de San Miguel de los Reyes de Valencia.

 


[1] En aquel entonces, se circulaba en Madrid por el lado de la izquierda. El cambio en el sentido de circulación por la derecha se produjo en Madrid el 1 de octubre de 1924.

[2] La calle de Serrano en aquella época era de doble sentido.

[3] ABC, nº5670, 10 de marzo de 1921, p. 7.

Prensa:

ABC de los días 9, 10 y 11 de marzo de 1921.

La Época, nº 25332, 9 de marzo de 1921.

01 marzo 2021

El banco azul



Banco azul en el antiguo salón de sesiones del Senado.

    Desde el siglo XIX ha sido muy utilizada, tanto por la prensa como por la gente de forma cotidiana, la expresión «el banco azul» para hacer referencia al Gobierno o a los miembros de éste. ¿Pero de dónde surge esta expresión?

    Viendo cualquiera de los dos hemiciclos, bien sea el del Senado o bien el del Congreso de los Diputados, uno puede hacerse una idea rápidamente: los asientos de la primera fila, donde se sientan los miembros del Consejo de Ministros, son todos de color azul. En las diversas constituciones que ha tenido España se ha determinado la participación de los diferentes ministros en las sesiones de ambos Cuerpos Colegisladores, con voto incluso si eran miembros de alguno de los dos[1]. Además, siempre fue costumbre, y así lo recogían los reglamentos de ambas Cámaras, la formulación por parte de diputados y senadores de preguntas e interpelaciones a los ministros. Por tanto, era necesario establecer una ubicación para los mismos cada vez que acudiesen a una sesión.

    En los salones de sesiones similares a los del Parlamento inglés, esto es con los bancos paralelos y enfrentados, como es el caso del Senado, era tradición que cuando acudían los ministros de la Corona se colocasen a la derecha del presidente de la Cámara. Esta situación se sigue manteniendo hoy día en la Cámara de los Comunes.

    En el Senado se optó por esta disposición y se colocaron en el lado derecho del salón, en primera fila, dos «banquetas para los E.E.S.S. Secretarios del Despacho, de caoba, forradas en terciopelo azul turquí con las armas reales bordadas en oro»[2]. Así, se diferenciaban del resto de «banquetas de caoba para los Sres. Senadores» con «almohadones en dichas banquetas de terciopelo carmesí, ribeteados con galón de oro»[3]. Delante de las banquetas para los ministros se colocaron además dos barandillas de caoba con pupitres para los mismos. Algo análogo se hizo en 1843 al poner justo enfrente otra barandilla con pupitres para las comisiones, cuyos dictámenes se discuten.

    Dos colores en definitiva para los asientos en función del poder al que perteneciese cada uno, rojo el legislativo y azul el ejecutivo. Con ello se pretendía visualizar la separación e independencia de ambos poderes. ¿Y por qué el color azul para el Gobierno? La respuesta radica en quién ostentaba la potestad ejecutiva y en nombre de quién actuaba el Gobierno:

    «La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la seguridad del Estado con lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes». Artículo 45 de la Constitución de 1837.

    «Todo lo que el rey mandare o dispusiere en el ejercicio de su autoridad, deberá ser firmado por el ministro a quien corresponda, y ningún funcionario público dará cumplimiento a lo que carezca de este requisito». Artículo 61 de la Constitución de 1837.

    Los ministros, por tanto, lo eran del rey; eran los ministros de la Corona. Y como la dinastía que ocupaba el trono era de la casa de Borbón, se optó por escoger el color azul de ésta como el color simbólico del asiento del Gobierno.

    En los años 50 del siglo XIX, se harían algunas variaciones en el salón de sesiones. Se pasaría de dos banquetas a una sola como se puede ver en el inventario de 1857, último de los inventarios que se conservan del período isabelino. Ya en el período de la Restauración, se sustituyeron las dos banquetas con almohadones para los ministros por un único «banco de caoba corrido con asiento y respaldo de terciopelo azul, galón dorado y las armas de España bordadas»[4]. Igualmente, se cambiaron las barandillas por dos «barandas de columnas de caoba tallada y dorada, colocadas una delante del banco de los Sres. Ministros y otra en el de enfrente, con nueve pupitres cada una»[5]. Esta será la configuración que se mantenga ininterrumpidamente hasta el final de la Restauración.

    En el Congreso de los Diputados la evolución del banco fue diferente. En 1834 el Estamento de Procuradores se estableció en el convento del Espíritu Santo en la carrera de San Jerónimo, manteniéndose ahí una vez creado el Congreso con la Constitución de 1837. El banco escogido para sentar a los ministros era de color negro como puede comprobarse leyendo la prensa de la época:

    «Abierta a la una y cuarto se leyó y aprobó el acta de la sesión anterior: hallábanse en el banco negro los señores ministros de Gracia y Justicia, Gobernación y Hacienda»[6].

    En 1841, debido a la construcción del nuevo palacio para el Congreso de los Diputados, este cuerpo colegislador se trasladó para hacer sus sesiones al Salón de Baile del Teatro Real, entonces denominado Teatro de Oriente. A su regreso al recién construido palacio en la carrera de San Jerónimo en 1850, cambiaron el color negro por el azul a semejanza del Senado, tal y como recoge La Época el 30 de octubre:

    «El banco de los ministros en el salón de sesiones no se llamará en adelante el banco negro, sino el banco azul, pues está forrado de rico terciopelo de este color»[7].

    El cambio en la terminología se hizo patente enseguida en la prensa. El Áncora así lo refleja en el extracto que hace de la sesión del 1 de noviembre, primera sesión celebrada tras la apertura de Cortes del 31 de octubre: «El banco azul estaba ocupado por todos los señores ministros»[8].

    Leyendo esto se puede constatar lo habitual que se había hecho el referirse por su color al banco del Gobierno. Tal es así, que incluso con anterioridad al cambio en el Congreso a veces se incurría en errores al extender el uso del término «banco negro» en alusión a sesiones en el Senado, como el que se puede leer en el periódico El Católico:

    «Se hallaba de grande uniforme en el banco negro el señor ministro de la Gobernación»[9].

    Error éste más que claro, ya que como se ha explicado en el Senado el banco de los señores ministros siempre había sido de color azul, aun desde la época del Estamento de Próceres.

    Resuelta, por tanto, la incógnita relativa al color azul del banco y su uso para aludir al Gobierno, queda un punto más a tratar: la colocación de este banco en el salón de sesiones. Se ha comentado al principio cómo en el Senado se había colocado el asiento del Gobierno en la primera fila de la derecha del salón, igual que en el Parlamento inglés. Lo mismo se hizo en el Congreso de los Diputados. Independientemente de la tendencia política del partido en el Gobierno, el banco se mantenía en su sitio. Lo vamos a ver con algunos ejemplos:

 

Banco azul a la derecha. El presidente del Consejo de Ministros es Sagasta (partido liberal).
Nuevo Mundo, nº225, 27 de abril de 1898.


El acta de la anterior: Salón de Sesiones del Senado en 1906. Asterio Mañanós.
Banco azul a la derecha. El presidente es Segismundo Moret (partido liberal).


Presentación del Gobierno de la Unión Nacional en el Senado. Asterio Mañanós.
Banco azul a la derecha. El presidente es Antonio Maura (partido conservador).


Banco azul a la derecha (Congreso de los Diputados). El presidente es Sagasta (partido liberal).
Nuevo Mundo, nº225, 27 de abril de 1898.

Banco azul a la derecha a principios del siglo XX.
El patrimonio histórico artístico del Congreso de los Diputados, Madrid, 2011, p. 52.


    Durante la reforma llevada a cabo en el salón de sesiones en 1951, ya en la época en la que el Palacio era la sede del Consejo Nacional, se cambió el banco azul por uno corrido más largo, que prácticamente abarca todo el salón. Enfrente se colocó otro igual de color rojo y lo mismo se hizo con las barandillas con balaustres, alargándolas en toda la longitud del banco. Así es como ha llegado el salón de sesiones hasta nuestros días.


Salón de sesiones en la época del Consejo Nacional.
El Palacio del Consejo Nacional, Madrid, 1974.

    Se ha visto cómo, aunque los partidos en el gobierno cambiasen, el banco azul se mantenía siempre a la derecha del presidente de la Cámara. En la actualidad, los asientos de los diputados, senadores y ministros ya no son bancos, sino sillones individuales. No obstante, se siguen manteniendo los colores rojo y azul para unos y otros. Lo que sí ha variado es la colocación del gobierno. Ahora, dependiendo de la tendencia política del partido gobernante, éste empieza a sentarse por la izquierda o por la derecha de la primera fila del salón de sesiones. El caso del Senado presenta una peculiaridad añadida. A partir de 1982, se rompe con la tradición de mantener fijo el asiento del gobierno a la derecha del presidente de la Cámara y se impone el cambio de color del banco corrido. Así, ahora se puede ver que el azul está a la derecha o a la izquierda según sea la tendencia política del partido en el Gobierno. Y aunque en 1991 se inauguró el edificio de Ampliación, donde se construyó un nuevo salón de sesiones, el hemiciclo, en el antiguo se ha seguido imponiendo el cambio de color de un lado al otro, a pesar de que el Gobierno ya no acude al mismo, puesto que las sesiones se hacen en el hemiciclo.

 

Hemiciclo del Senado. Primera fila con asientos de color azul.

 

Banco azul a la derecha con un gobierno del Partido Popular.

Banco azul a la izquierda en la actualidad.
El presidente es del Partido Socialista Obrero Español.



[1] «Los Ministros pueden ser Senadores ó Diputados, y tomar parte en las discusiones de ambos cuerpos colegisladores; pero solo tendrán voto en aquel á que pertenezcan». Artículo 62 de la Constitución de 1837.

[2] Inventario de la plata, muebles y demás efectos existentes en el Palacio del Senado, 30 de septiembre de 1836. Archivo del Senado.

[3] Inventario de los enseres que existen en el Palacio del Senado a cargo del Portero Mayor Conserje D. Gregorio Raíces, 15 de marzo de 1857. Archivo del Senado.

[4] Inventario general de los muebles y efectos existentes en el Palacio del Senado en 31 de mayo de 1895. Archivo del Senado.

[5] Inventario general de los objetos, muebles y alhajas existentes en el Palacio del Senado en 1887. Archivo del Senado.

[6] El Corresponsal, nº355, 21 de mayo de 1840, p. 3.

[7] La Época, nº511, 30 de octubre de 1850, p. 4.

[8] El Áncora, nº310, 6 de noviembre de 1850, p. 582.

[9] El Católico, nº2391, 16 de noviembre de 1849, p. 6.