28 octubre 2019

La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio (I)

La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio. Palacio del Senado.

   Siguiendo el proyecto de ornamentación para el Salón de Conferencias del Palacio del Senado expuesto por el marqués de Barzanallana en 1882 a su sucesor en la presidencia de la alta Cámara, el marqués de la Habana; la Comisión de gobierno interior en su reunión del 8 de julio de 1884 acordó que el marqués de Monistrol de Noya y el marqués de Barzanallana hicieran el encargo al pintor filipino Juan Luna Novicio de un cuadro, tras haber ganado en ese mismo año una medalla de primera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes con Spoliarium. La obra resultante de dicho encargo será La batalla de Lepanto, batalla en la que participó el ilustre escritor don Miguel de Cervantes y que en el prólogo al lector de sus Novelas ejemplares calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de feliz memoria».

    En la reunión que mantuvo la Comisión el 20 de julio de 1884 se acordó que el señor Luna remitiese a la misma un boceto del cuadro y si ésta lo aprobaba se le encargaría la realización de la pintura con el fin de decorar el Salón de Conferencias. El 12 de marzo del año siguiente y a través de su amigo Mariano Benlliure le hace llegar el boceto a la Comisión. Tras la aprobación, el 17 de junio se le comunica oficialmente el encargo de la obra por 25000 pesetas (se terminará ampliando a 30000), dándole de plazo dos años para hacerla. Cumplido dicho plazo, en noviembre de 1887 el cuadro quedó concluido y fue entregado al Senado al mes siguiente. La colocación de la pintura en el Salón de Conferencias, lugar para el que se encargó expresamente, fue inmediata, pero acerca de quién fue la persona que decidió retirarla de dicho emplazamiento o los motivos reales que pudo tener para hacerlo no está demasiado claro.

    Efectivamente, y tal como recoge el inventario realizado por don Eugenio Rodríguez, Oficial Mayor del Senado, el 22 de diciembre de 1887 La batalla de Lepanto se encontraba adornando el Salón de Conferencias junto con La rendición de Granada de Pradilla, La jura de Santa Gadea de Hiraldez Acosta y El cardenal Cisneros libertando a los cautivos de Orán de Jover. Pero en el siguiente inventario realizado el 31 de mayo de 1895, los cuatro cuadros eran: La rendición de Granada, La entrada de Roger de Flor en Constantinopla de Moreno Carbonero, La conversión de Recaredo de Muñoz Degrain y La educación del Príncipe D. Juan de Martínez Cubells. En este inventario y en los siguientes que se hicieron hasta la supresión del Senado en 1923 figura que el cuadro de Luna estuvo ubicado junto a la escalera principal de mármol al igual que La muerte del marqués del Duero de Agrasot.

    Por tanto, el cambio de emplazamiento de la obra de Luna debió ocurrir entre 1888 y 1895. Como se decía, no se saben bien los motivos por los que se decidió quitar el cuadro o quién fue realmente la persona que tomó la decisión. De lo que sí se tiene conocimiento es que ya desde los primeros momentos de la elaboración del cuadro, éste no gustó a muchos, en concreto a senadores como don Federico de Madrazo. Cuando el boceto de la obra fue presentado en el Senado, llegó a decir de él que «lo mismo puede mirarse patas arriba que patas abajo. […] A mí me ha parecido que no es nada y que todo lo más puede representar una paleta sucia»[1]. Más senadores también mostraron su rechazo a la obra alegando su falta de armonía y la estridencia de la gama cromática. Que la técnica de Juan Luna abandonaba los convencionalismos academicistas no era nuevo. Ya en su etapa de estudiante en Filipinas tuvo un desencuentro con Agustín Sáez Glanadell (alumno que fue de José de Madrazo) por no ceñirse a las normas del momento, por lo que pasó a ser alumno de Lorenzo Guerrero un tiempo antes de viajar a España. Si bien es cierto que en la figura de Madrazo jugaba otro interés fundamental, que el cuadro que se le había encargado a su hijo Raimundo, Recibimiento de Colón por los Reyes Católicos figurase en el Salón de Conferencias, cuadro que finalmente no fue entregado al Senado.

    Si finalmente Madrazo estuvo involucrado o tuvo algo que ver con la decisión de retirar el cuadro del Salón de Conferencias no es posible afirmarlo con certeza, pero una vez que se colgó en 1898 Jura de la constitución por S.M. la reina regente doña María Cristina de Jover Casanova y Sorolla, nunca mientras el Senado ha estado ocupando el Palacio la pintura de Luna Novicio ha vuelto a estar colocada en el salón.

    Sólo en una ocasión el cuadro volvió a reponerse en su lugar original. Fue durante los años de gobierno del general Francisco Franco en los que el Palacio sirvió de sede del Consejo Nacional. En aquel período el Salón de Conferencias lució como lo había imaginado en sus inicios el marqués de Barzanallana de acuerdo a su proyecto de ornamentación. Pinturas y esculturas serían un fiel reflejo de las personas y hechos más señalados de la historia española. Pero esto se truncó al volver el Senado, restaurado de nuevo en 1977, a ocupar el Palacio que había sido su sede en el pasado. El nuevo presidente de la Cámara Alta, don Antonio Fontán Pérez, solicitó por escrito el 6 de octubre de 1977 al que era Secretario de Estado para la Cultura, don Gabriel Cañadas Nouvillas, la devolución al Senado del cuadro Jura de la constitución por S.M. la reina regente doña María Cristina. Según escribe había visto en uno de los cuadros de Mañanós que hay en el Senado cómo dicho cuadro estuvo colgado en el Salón de Conferencias y en ese momento estaba en el Museo de Arte Contemporáneo, donde fue llevado tras quitarse durante la II República. La solicitud fue concedida y La batalla de Lepanto fue retirada del lugar para el que fue encargada y se colocó en el emplazamiento donde a día de hoy se sigue pudiendo ver, en uno de los pasillos del Palacio tras el Salón de Conferencias.

Fotografía del Salón de Conferencias sacada del libro El Palacio del Consejo Nacional, Madrid, 1974.
Al lado de la escultura de Cristóbal Colón se puede ver el cuadro de La batalla de Lepanto.



[1] Carta de Federico de Madrazo a su hijo Raimundo (13 de abril de 1885).

22 octubre 2019

El marqués de Barzanallana y su proyecto de ornamentación del Palacio del Senado

    El ambicioso proyecto de ornamentación del Palacio del Senado llevado a cabo en las dos últimas décadas del siglo XIX, y del que el Senado actual es fiel reflejo, tiene nombre propio: don Manuel García Barzanallana, I marqués de Barzanallana (1817-1892). Realizó su carrera política en las filas del Partido Moderado primero y del Partido Conservador después, llegando a ser Ministro de Hacienda en repetidas ocasiones y Presidente del Consejo de Estado. Pero para el caso que nos atañe, el cargo de mayor relevancia será el de Presidente del Senado, el cual ejercerá desde su elección el 16 de febrero de 1876 hasta 1881.

Manuel García Barzanallana García de Frías, marqués de Barzanallana 
de José María Galván y Candela. 
Galería de retratos de presidentes del Senado.
    En los años que ejerció su cargo como máxima autoridad del alto cuerpo colegislador, el Palacio se encaminó a una de su mayores transformaciones, tanto arquitectónica como decorativa. Uno de sus principales empeños como presidente fue el de hacer del palacio del Senado un «edificio más amplio, más bello y lujosamente adornado»[1], siguiendo lo acostumbrado en otras Cámaras Altas europeas, como en Inglaterra, Francia o Portugal.

    Empezó la ampliación cubriendo el patio occidental del Palacio obteniéndose de este modo el Salón de Conferencias para cuya decoración, así como para el resto de estancias, realizará una detallada exposición con los motivos y mejores obras que a su juicio debería albergar el Palacio. En su exposición remitida a su sucesor en el cargo de presidente, don José Gutiérrez de la Concha e Irigoyen, I marqués de la Habana, le informa de que su propósito es «adornar las paredes de estos lugares con cuadros y estatuas que reprodugeran las nobles efigies de los grandes varones que han honrado y servido a nuestra patria» y que mostrasen «los hechos que eternizan el desarrollo histórico de la vida y de la civilización españolas»[2].

    El recorrido por los hechos históricos españoles que el marqués refiere en su exposición y que quiere que figuren en el Salón de Conferencias comienza con uno de suma relevancia: el Concilio III de Toledo. Aunque finalmente la obra que se encargue a Antonio Muñoz Degrain sea la Conversión de Recaredo, tenida lugar en el año 587, ésta como preludio del concilio que se celebrará dos años después en 589, marca el inicio de la Unidad Católica del reino visigodo español. No obstante, también se le concederá al Senado en 1878 el depósito del cuadro Concilio III de Toledo de José Martí y Monsó por parte del Museo Nacional.

    La representación de una escena de relevancia entre las que don Francisco de Moncada, III marqués de Aitona, reflejó en su obra Expedición de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos sería otro de los motivos para un cuadro que debería albergar el Senado. Éste será Entrada de Roger de Flor en Constantinopla de José Moreno Carbonero. El encargo a Francisco Pradilla y Ortiz de La rendición de Granada por deseo propio del marqués de Barzanallana vendría motivado por ser «el punto de partida de la grande unidad española; debiéndose a ella que este país y sus gobernantes dispusieran de medios de que dieron luego larga muestra, para honra y a la vez para provecho material de nuestro país»[3]. Y como no podría ser de otra manera el lugar escogido para exponer tan insigne obra es el Salón de Conferencias.

    Y por último, el cuarto cuadro, La batalla de Lepanto de Juan Luna Novicio, tendría su cabida entre las paredes del salón por ser en palabras del marqués «una verdadera lucha a muerte entre la civilización oriental y la occidental. Es la Salamina de la Cristiandad»[4]. Por diversas vicisitudes a día de hoy lamentablemente esta obra no figura entre las expuestas en el salón, aunque sí se muestra en uno de los pasillos del Senado.

    Con toda esta selección de cuadros y otros más encargados a los pintores españoles más señalados vaticinaba que «el Senado podría en algunos años convertirse en una especie de pinacoteca de la pintura contemporánea española que fuese preciso visitar por todos los que quisieran tener idea exacta, cabal y justa de su importancia en nuestros días»[5]. Algo que gracias a la esmerada labor comenzada por el marqués de Barzanallana y seguida por sus sucesores se ha llegado a conseguir, alcanzando el Senado en la actualidad una colección pictórica de gran importancia.
Salón de Conferencias del Senado.




[1] Exposición del marqués de Barzanallana al presidente del Senado sobre sus proyectos de ornamentación para el Palacio (8 de julio de 1882). Archivo del Senado.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Ídem.