La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio. Palacio del Senado. |
Como ya se ha visto en un
artículo anterior, La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio (I), el cuadro
no fue del agrado de varios senadores de finales del siglo XIX, lo que propició
el cambio de emplazamiento del cuadro pasando del Salón de Conferencias a otro
sitio de menor relevancia. Otra incertidumbre relacionada con el mismo cuadro
es el hecho de por qué no fue enviado a la Exposición Universal de París de
1889, cuando el propio pintor insistió en que así fuese.
El que fuera senador y
presidente del Comité de España en la exposición de París, don Matías López,
solicita por carta el 15 de febrero de 1889 al presidente del Senado, el
marqués de la Habana, la cesión de algunos cuadros que la Alta Cámara había
adquirido recientemente para poderlos mostrar en la exposición y así «acreditaría
á los ojos de Europa cómo el Senado español sabe proteger á los artistas de su
patria honrando al propio tiempo el nombre de España». Razones había también,
afirma, para acudir a París por «gratitud para con el país que acudió á
Barcelona[1] en primer término á honrar
a España».
El 16 de marzo de 1889 la
subcomisión creada para emitir el dictamen acerca de la petición de ceder los
cuadros, mostró su beneplácito. Por mayoría recomendaba a la Comisión de
gobierno interior acceder a la solicitud que le hacía la Cámara de Comercio,
poniendo a disposición de la misma los cuadros de Pradilla, Muñoz Degrain,
Moreno Carbonero y Luna que decoraban el Salón de Conferencias. A su vez, todos
los gastos ocasionados como los de embalaje o transporte correrían a cargo de
la propia Cámara de Comercio.
Aunque como se ve la
disposición del Senado era favorable a enviar los cuatro cuadros a la
exposición, incluido el de Juan Luna, finalmente la petición quedó reducida
sólo a dos de ellos. Don Manuel Domínguez, presidente de la Comisión de Bellas
Artes del Comité de España en la Exposición de París, por carta de 18 de marzo
de 1889 hace partícipe al presidente del Senado de esta petición. Como el
Ministerio de Fomento les había autorizado a enviar a París La campana de Huesca de Casado del
Alisal, El fusilamiento de Torrijos
de Gisbert y La conversión del duque de
Gandía de Moreno Carbonero, la solicitud al Senado se circunscribía
solamente a los cuadros de La rendición
de Granada y La conversión de
Recaredo. Don Manuel Domínguez se limita a justificar la decisión de llevar
únicamente estas dos pinturas en que tanto Moreno Carbonero como el propio Juan
Luna llevarían otras obras, éste último algunas que había terminado
recientemente.
A pesar de la insistencia
que Juan Luna mostró durante los meses de enero y febrero por poder participar
en la exposición con un cuadro de importancia como La batalla de Lepanto, la Comisión de gobierno interior en su
reunión del 19 de marzo acordó por unanimidad elevar al Senado la petición
hecha por la Comisión de Bellas Artes del Comité de España en la Exposición de
París. En la sesión secreta celebrada en el Senado ese mismo día fue aprobada
definitivamente la petición tal y como había sido formulada, por lo que el deseo
del señor Luna por concurrir con su gran obra quedó frustrado.
Ahora bien, surge
evidentemente la incertidumbre de por qué motivo el Comité de España en la
Exposición optó por enviar cuadros de Juan Luna de menor relevancia que La batalla de Lepanto. Y aquí,
nuevamente, no hay una respuesta que se pueda dar con certeza, solamente
conjeturas. La influencia que pudiera tener Federico de Madrazo como director
del Museo del Prado y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
podría haber jugado algún papel en la decisión del Comité.
Este aparente
rechazo de Federico de Madrazo hacia Juan Luna no era así, en cambio, con su
hijo Raimundo. Era tal la amistad que surgió entre ambos durante la estancia de
Luna en París, que Raimundo llegó a acudir como testigo de descargo durante el
juicio que se llevó a cabo contra Juan Luna por el asesinato de su esposa y
suegra. Según testificó «conozco al Sr. Luna desde su llegada a París. Tenemos
muchos amigos en común. Es un gran trabajador y un hombre muy dulce»[2].
También es
interesante la opinión de otro contemporáneo filipino de Juan Luna, José Rizal:
«Los pintores españoles le jugaron una mala partida al amigo Luna. Él quiso
exhibir sus mejores cuadros en la Exposición, el Senado le concedió permiso, él
estaba dispuesto a sufragar el flete y todos los gastos, etc., pero el comité
de artistas españoles no le permitió exhibir por razones que no tienen ningún
fundamento, como el mismo comité lo confiesa. En pocas palabras no quieren
porque no quieren. Ahora bien: ¿tenía yo razón o no?, y tú, ¿no tenías razón
también? Luna siempre ha sido hispanófilo; nunca quiso pintar algo contra los
españoles; su cuadro España y Filipinas
exhibe a ésta en camino al templo de la gloria, llevada por aquella; ahora él
está dudoso, no sabe qué pensar o qué decir. Aquí creemos que todo esto no son
más que envidia y celos de artistas»[3].
Como se observa, la opinión de José Rizal
era clara y contundente. A pesar de la inexactitud relativa a la concesión del
permiso para exponer por parte del Senado, algo que como se ha comentado no
pudo hacerse sencillamente, porque sólo se le pidieron los dos cuadros anteriormente
citados; el resto del fragmento de la carta ilustra bien el desconcierto que
causó en muchos la negación por parte del Comité de España en la Exposición,
alegando la pobre justificación de que «el Sr. Luna expondrá varias obras
terminadas recientemente»[4]. La conclusión a la que
llega Rizal es que todo se debe a envidia y celos de artistas, lo cual puede
encaminar a la idea del rechazo que Federico de Madrazo y otros pintores
pudieran tener hacia Juan Luna.
Finalmente, a pesar de no poder llevar a
París La batalla de Lepanto, Juan
Luna fue galardonado con una medalla de tercera clase por su obra Hymen o Hymenee en la Exposición
Universal de 1889. La batalla de Lepanto,
en definitiva quedaría como uno de los grandes cuadros del pintor
hispanofilipino, ideado por el marqués de Barzanallana para decorar el Salón de
Conferencias del Senado a la vez que mostrar el gran pasado histórico español,
pero la incomprensión, rechazo o llámesele envidia de algunos hizo que la obra
no sólo no esté expuesta en el sitio para el que fue encargada, sino que además
no se le llegase a dar la relevancia que tiene la obra en sí.
[1] Don Matías López se refiere a la
Exposición Universal de Barcelona de 1888.
[3]
Carta de José Rizal a su
amigo el profesor Fernando Blumentritt, 10 de abril de 1889.
[4]
Solicitud del presidente de
la Comisión de Bellas Artes del Comité de España en la Exposición de París al
presidente del Senado de los cuadros de Pradilla y Muñoz Degrain, 18 de marzo
de 1889. Archivo del Senado.