01 noviembre 2019

La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio (II)


La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio. Palacio del Senado.

    Como ya se ha visto en un artículo anterior, La batalla de Lepanto de Juan Luna y Novicio (I), el cuadro no fue del agrado de varios senadores de finales del siglo XIX, lo que propició el cambio de emplazamiento del cuadro pasando del Salón de Conferencias a otro sitio de menor relevancia. Otra incertidumbre relacionada con el mismo cuadro es el hecho de por qué no fue enviado a la Exposición Universal de París de 1889, cuando el propio pintor insistió en que así fuese.

    El que fuera senador y presidente del Comité de España en la exposición de París, don Matías López, solicita por carta el 15 de febrero de 1889 al presidente del Senado, el marqués de la Habana, la cesión de algunos cuadros que la Alta Cámara había adquirido recientemente para poderlos mostrar en la exposición y así «acreditaría á los ojos de Europa cómo el Senado español sabe proteger á los artistas de su patria honrando al propio tiempo el nombre de España». Razones había también, afirma, para acudir a París por «gratitud para con el país que acudió á Barcelona[1] en primer término á honrar a España».

    El 16 de marzo de 1889 la subcomisión creada para emitir el dictamen acerca de la petición de ceder los cuadros, mostró su beneplácito. Por mayoría recomendaba a la Comisión de gobierno interior acceder a la solicitud que le hacía la Cámara de Comercio, poniendo a disposición de la misma los cuadros de Pradilla, Muñoz Degrain, Moreno Carbonero y Luna que decoraban el Salón de Conferencias. A su vez, todos los gastos ocasionados como los de embalaje o transporte correrían a cargo de la propia Cámara de Comercio.

    Aunque como se ve la disposición del Senado era favorable a enviar los cuatro cuadros a la exposición, incluido el de Juan Luna, finalmente la petición quedó reducida sólo a dos de ellos. Don Manuel Domínguez, presidente de la Comisión de Bellas Artes del Comité de España en la Exposición de París, por carta de 18 de marzo de 1889 hace partícipe al presidente del Senado de esta petición. Como el Ministerio de Fomento les había autorizado a enviar a París La campana de Huesca de Casado del Alisal, El fusilamiento de Torrijos de Gisbert y La conversión del duque de Gandía de Moreno Carbonero, la solicitud al Senado se circunscribía solamente a los cuadros de La rendición de Granada y La conversión de Recaredo. Don Manuel Domínguez se limita a justificar la decisión de llevar únicamente estas dos pinturas en que tanto Moreno Carbonero como el propio Juan Luna llevarían otras obras, éste último algunas que había terminado recientemente.

    A pesar de la insistencia que Juan Luna mostró durante los meses de enero y febrero por poder participar en la exposición con un cuadro de importancia como La batalla de Lepanto, la Comisión de gobierno interior en su reunión del 19 de marzo acordó por unanimidad elevar al Senado la petición hecha por la Comisión de Bellas Artes del Comité de España en la Exposición de París. En la sesión secreta celebrada en el Senado ese mismo día fue aprobada definitivamente la petición tal y como había sido formulada, por lo que el deseo del señor Luna por concurrir con su gran obra quedó frustrado.

    Ahora bien, surge evidentemente la incertidumbre de por qué motivo el Comité de España en la Exposición optó por enviar cuadros de Juan Luna de menor relevancia que La batalla de Lepanto. Y aquí, nuevamente, no hay una respuesta que se pueda dar con certeza, solamente conjeturas. La influencia que pudiera tener Federico de Madrazo como director del Museo del Prado y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando podría haber jugado algún papel en la decisión del Comité.

    Este aparente rechazo de Federico de Madrazo hacia Juan Luna no era así, en cambio, con su hijo Raimundo. Era tal la amistad que surgió entre ambos durante la estancia de Luna en París, que Raimundo llegó a acudir como testigo de descargo durante el juicio que se llevó a cabo contra Juan Luna por el asesinato de su esposa y suegra. Según testificó «conozco al Sr. Luna desde su llegada a París. Tenemos muchos amigos en común. Es un gran trabajador y un hombre muy dulce»[2].

    También es interesante la opinión de otro contemporáneo filipino de Juan Luna, José Rizal: «Los pintores españoles le jugaron una mala partida al amigo Luna. Él quiso exhibir sus mejores cuadros en la Exposición, el Senado le concedió permiso, él estaba dispuesto a sufragar el flete y todos los gastos, etc., pero el comité de artistas españoles no le permitió exhibir por razones que no tienen ningún fundamento, como el mismo comité lo confiesa. En pocas palabras no quieren porque no quieren. Ahora bien: ¿tenía yo razón o no?, y tú, ¿no tenías razón también? Luna siempre ha sido hispanófilo; nunca quiso pintar algo contra los españoles; su cuadro España y Filipinas exhibe a ésta en camino al templo de la gloria, llevada por aquella; ahora él está dudoso, no sabe qué pensar o qué decir. Aquí creemos que todo esto no son más que envidia y celos de artistas»[3].
    Como se observa, la opinión de José Rizal era clara y contundente. A pesar de la inexactitud relativa a la concesión del permiso para exponer por parte del Senado, algo que como se ha comentado no pudo hacerse sencillamente, porque sólo se le pidieron los dos cuadros anteriormente citados; el resto del fragmento de la carta ilustra bien el desconcierto que causó en muchos la negación por parte del Comité de España en la Exposición, alegando la pobre justificación de que «el Sr. Luna expondrá varias obras terminadas recientemente»[4]. La conclusión a la que llega Rizal es que todo se debe a envidia y celos de artistas, lo cual puede encaminar a la idea del rechazo que Federico de Madrazo y otros pintores pudieran tener hacia Juan Luna.
    Finalmente, a pesar de no poder llevar a París La batalla de Lepanto, Juan Luna fue galardonado con una medalla de tercera clase por su obra Hymen o Hymenee en la Exposición Universal de 1889. La batalla de Lepanto, en definitiva quedaría como uno de los grandes cuadros del pintor hispanofilipino, ideado por el marqués de Barzanallana para decorar el Salón de Conferencias del Senado a la vez que mostrar el gran pasado histórico español, pero la incomprensión, rechazo o llámesele envidia de algunos hizo que la obra no sólo no esté expuesta en el sitio para el que fue encargada, sino que además no se le llegase a dar la relevancia que tiene la obra en sí.
 
España llevando a la gloria a Filipinas de Juan Luna y Novicio.




[1] Don Matías López se refiere a la Exposición Universal de Barcelona de 1888.
[2] Gazette des Tribunaux, 9 de febrero de 1893.
[3] Carta de José Rizal a su amigo el profesor Fernando Blumentritt, 10 de abril de 1889.
[4] Solicitud del presidente de la Comisión de Bellas Artes del Comité de España en la Exposición de París al presidente del Senado de los cuadros de Pradilla y Muñoz Degrain, 18 de marzo de 1889. Archivo del Senado.